¡Hola amigos!
A estas horas de la noche, y una vez librada y superada la batalla del día a día, os quiero transmitir un mensaje de ánimo y de esperanza en estos momentos de dificultad común de todos los que poblamos este planeta llamado Tierra.
Tenemos que cuidarnos y seguir, con responsabilidad individual, todas las recomendaciones e instrucciones emanadas de la autoridad sanitaria.
Yo creo que, en gran medida, está en nuestras manos (y nunca mejor dicho) el controlar la propagación del virus. Pero, sentado lo cual, no debemos entrar en pánico por esta anómala y extraordinaria situación. Dicho de otro modo: no se puede estar con miedo y en la cárcel. Este es el toro que nos ha tocado lidiar. Es cierto que el bicho está bien armado, no tiene buenas intenciones y por inteligente, bien parece haber sido toreado con anterioridad, pues aprende (muta) con prontitud y eficacia. No debemos, ni podemos, aunque quisiéramos, rehusar la lidia y escapar de la lucha. Tampoco perderle la cara al bicho. Está en la arena de nuestras vidas y hemos de intentar sortearle, evitando la cogida y, especialmente, aquella que afecta a la femoral.
Muchos son los que han sucumbido, y los que habrán/habremos de sucumbir en esta lucha, por muchas y varias razones (no es mi propósito ahora analizar las mismas). Pero hay una razón que no es muy cuestionable o discutible: Nos morimos porque no somos inmortales, aunque, en algún momento de nuestras vidas, creemos que solo se mueren los demás.
No es la primera vez que la Humanidad pasa por estas vicisitudes. Ni, con toda seguridad, será la última. Y aquí seguimos estando, ahora con nuestros miedos, temores y frustraciones y, antes, con nuestra sensación de seres superiores, imbatibles, inmunes e indestructibles. Quizá, o sin quizá, ni lo uno, ni lo otro.
Con toda seguridad habrá una vacuna, antes pronto que después, que nos ayude a neutralizar y combatir al bicho que ha venido, como tantos otros, a acompañarnos el resto de nuestras vidas y la de quienes nos sucedan.
Estoy seguro que su compañía se tornara tan familiar como la de la gripe, cuyo solo nombre atemorizaba no ha tanto tiempo y ahora parece que se asocia única y exclusivamente a las buenas personas (las malas son inmunes a todo) que han cumplido los sesenta años de edad.
Termino: Saldremos, una vez más, hacia delante.
Y saldremos, también como siempre sin haber estudiado y, en consecuencia, entendido la lección que día a día, con voz queda, nos da la naturaleza. Ni siquiera ahora, que ha alzado su voz potente para hacerse oír.
Es posible que algún día nos extingamos como raza (como personas ya estamos muy extinguidos).
Y en ese momento, nuestras esperanzas quedarán depositadas en la medusa ‘turritopsi nutricula’. De ella hablarán sus descendientes, llegado ese momento.
Hasta entonces, como decía mi buen amigo, El Tío Sentao, ¡Bebamos pues!
Carlos Valcárcel Siso
es presidente de la Archicofradía de la Preciosísima Sangre de Cristo