Corrían los divinos setenta, tras la muerte de Franco, cuando Murcia experimentó un cambio sustancial en los ambientes de ocio y en la gastronomía para bolsillos económicamente débiles. Jóvenes emprendedores abrían locales de esparcimiento en torno a la Universidad buscando la exclusividad de la parroquia entre los estudiantes de entonces dando lugar a las neotabernas, más conocidas como tascas; dignas sucesoras de las tabernas tradicionales, cuyos nombres y ambientes fueron recogidos de manera sublime por José García Martínez y Manuel Muñoz Barberán en el incunable “Tabernas de Murcia” allá por los años sesenta.
Si “La Viña” bar y “La Cosechera” (de sus barriles bebieron el mariscal Tito, Miguel Hernández e incluso El Lute en una de sus escapadas), supieron reunir a lo más granado de la progresía murciana de finales del franquismo, serían las neotabernas, dignas sustitutas en la Murcia de la transición a la democracia.
Fue Rafael Párraga Luna, el pionero en el nuevo look de la taberna clásica de la ciudad, al instalar en los bajos de la entonces flamante plaza de abastos de Saavedra Fajardo “El Candil”, con un llamativo mural realizado por su hermano, el inolvidable pintor José María Párraga, local que se publicitaba como buen expendedor de tocino y cerveza negra. El éxito del “Candil” llevó a otros jóvenes a seguir sus pasos, surgiendo así “El Paleto” en plaza del Beato Hibernón y “La Taberna” en los mismos bajos de la plaza de Saavedra Fajardo.
Tras más de cuarenta años transcurridos es “La Taberna» de Tony, figura carismática de esos años por su larga melena y gesto adusto, el único establecimiento que subsiste como bastión inviolable de una época feliz. Allí, en “La Taberna” entre espirituosos caldos, doradas cervezas, exquisitos patés y los más excelsos quesos de la vieja Europa, persiste aún el espíritu renovador de la juventud murciana de aquellos días.
«Volver a “La Taberna” es dar vida a las estrofas del tango: Volver con la frente marchita / Las nieves del tiempo platearon mi sien/ Sentir que es un soplo la vida…»
Volver a “La Taberna” es dar vida a las estrofas del tango: Volver con la frente marchita / Las nieves del tiempo platearon mi sien/ Sentir que es un soplo la vida… Allí, entre los manjares excelsos, exentos de vanidades, y como en su primer día, cuelgan los bellos pirograbados de Párraga, el metal mimado por las manos del escultor Perico Pardo y las imágenes que palidecen; rostros alegres de otros días que siguen participando, aunque ausentes, del buen yantar y las espectaculares exquisiteces que ofrece la mano sabia y generosa de su propietario, Tony.
Así fue como surgió lo que algunos, en su día, dieron en llamar el barrio latino murciano, nombres como “El Cuervo”, “El Cocodrilo Guarro”, “El Abanico de Cristal” y tantos otros locales con originales apelativos, siguieron la estela marcada por Rafael Párraga, establecimientos que vieron colmadas sus expectativas, convirtiéndose en núcleo de la juventud y en reducto vivo del arte de vanguardia de la tierra. Volver, es reencontrarnos con nuestro propio tiempo. El otro día pensé, lleno de añoranzas, lo aquí narrado merendando en “La Taberna” de Tony.
Miguel López-Guzmán
Periodista, escritor y pintor.