Por Zipi Periodista
Periodista, tertuliano en radio y televisión y hostelero
Descubrí la esencia del verdadero mojito, como si fuese el mayor secreto de Estado, en la playa de Baracoa al oeste de La Habana.
Cuentan que esta bebida universal necesita una receta para cada persona, –más dulce, menos ácido, falta ron… –.
Por esas fechas Maradona se encontraba en la isla caribeña atendiendo las jaquecas de su vida y la cerveza no era capaz de enfriar el calor de aquel mediodía. Mis acompañantes, después de degustar un cuarto de pollo y chicharritas, me pidieron un mojito. Era diferente a todos los que había probado hasta entonces, no tenía la estética del que sirven el La Bodeguita del Medio ni yo contemplaba el Malecón habanero desde los jardines del Hotel Nacional.
– Dios qué bueno, si parece que estoy viendo a Maradona –.
Como un resorte los comensales se levantaron, – ¿Dónde, dónde, dónde está? –. Era tal su figura y sus andanzas por la isla que todos, deseaban verlo, tocarlo… un Dios en el país de la revolución.
El segundo sorbo, a ojos cerrados, me llevó a un estado casi catatónico, – ¡Dios está ahí! No puedo llegar a él –.
Todo quedó resuelto cuando en el tercer trago, y con la copa acabada, apareció como si saliera del túnel de vestuarios con un ritmo musical.
– Pibe, Diego, soy yo el chico de las doscientas pesetas… –.
Una sonrisa muy humana me despertó, – ¿Caballero, caballero, está ya mejor? – .
– ¿Dónde me encuentro? – .
– En el Hospital Ameijeiras, en La Habana, ha tenido usted un atracón de toda Cuba – .
Cabizbajo salí del centro recordando el dinero que me costó la entrada de infantiles para verlo jugar con el Barcelona y su odisea, desde tres de la tarde haciendo una cola para cien afortunados y con muchos Curros Jiménez en los laterales. Y Maradona, como el Plan Marshall, pasó de largo por la lesión que le produjo Goikoetxea días antes que se celebrase el partido de La Condomina.
Camino a mi hospedaje note una bulla por mi espalda – Maradona, Maradona – .
Una pila de gente corría detrás de un Chevrolet descapotable del 54 color rojo Ferrari como si acompañaran a una Cabalgata de Reyes. Erguido y sencillo saludaba en la distancia a cada voz anónima. Fue el mejor regate que he visto. Mi mirada quedó fijada en “El Pelusa” hasta que desapareció en el horizonte para permanecer eterno en mi tiempo de juego.
Ahora, el cielo sonríe porque llega un gran partido y la pelota la sube Dios…
Diego Armando Maradona: «Gracias por haber jugado al fútbol, gracias a la pelota».
D.E.P.
Ingredientes para el Mojito Maradona (para 1 vaso)
- 40 ml de un buen ron blanco cubano
- El zumo de una lima o medio limón murciano (aprox. 30 ml).
- 6 hojas de hierbabuena.
- 2 cucharaditas de azúcar blanco.
- Hielo picado.
- Soda o agua con gas.