Continúa el cuentagotas de cierres de establecimientos hosteleros murcianos a causa de la crisis económica provocada por la pandemia de COVID-19 en el sector de la hostelería. La nueva víctima que se suma a la extensa lista de nuestra sección de Gastrobituarios es la mítica tasca ‘El Palomo’ del castizo barrio de Santa Eulalia de Murcia que anuncia su cierre definitivo al no poder hacer frente «a las restricciones y la falta de ayudas».
«Con lágrimas en los ojos nos despedimos de todos vosotros y ponemos fin a tantos años de momentos felices que hemos compartido», han anunciado en sus redes sociales.
El mítico establecimiento hostelero, de la calle Cánovas del Castillo, puerta con puerta con el restaurante Salzillo, (que ayer fue noticia de carácter regional por otros motivos bien distintos tras haber sido denunciados por abrir a puerta cerrada), con más de cuarenta años de historia (exactamente 43), dice adiós definitivo.
Se trataba del restaurante más parecido a una auténtica ‘barraca huertana’ de las Fiestas de Primavera, que nos ofrecía las más típicas tapas murcianas durante todo el año. Sus famosas chapinas, las patatas asadas con alioli o al ajo cabañil, morcillas, michirones, caldo con pelotas, caracoles, zarangollo, sangre frita con cebolla, sus huevos de codorniz con chorizo, pasan a ser historia de la mejor gastronomía tradicional murciana.
«No hemos podido resistir la tercera ola de la pandemia», aseguraba ayer José Luis, el hijo de Julio Fernández, su fundador, allá por los años 70 y, aunque confiaban en poder traspasarlo de nuevo, creen que «ya nunca más volverá a ser el negocio familiar que era».
Junto a José Luis, también se despiden Carmen, Gloria y compañía «con lágrimas en los ojos» y agradecen el apoyo de todos sus clientes, proveedores y amigos durante todos estos años.
Desde 1978
Julián Fernández, más conocido como Julio ‘El Palomo’, abrió su primera tasca en 1978, un minúsculo local justo enfrente del que hasta hoy ocupaban en la calle Cánovas del Castillo, en el castizo barrio de Santa Eulalia. En 1988 se trasladó a su actual emplazamiento hasta su jubilación, y hasta hoy era su hijo, José Luis Fernández Labaña, quien lo regentaba, manteniendo el mismo espíritu y los mismos platos desde sus orígenes, con la ayuda, en 2017, de Juana del Carmen García Vidal; su mujer, Gloria Martínez Cutillas, y Mario José Carrión, los fines de semana.
Cocina tradicional y típica murciana con precios mucho más que aceptables y con el sabor de los platos elaborados en las antiguas tascas, que por desgracia, cada día van quedando menos.
Carteles de toros y de competiciones de colombicultura, un pequeño salón con capacidad para unas sesenta personas, una enorme barra tras la que podíamos encontrar decenas de antigüedades –desde una hoz, hasta una bocina–, un balón del Barça y hasta un auténtico trofeo de un concurso de colombicultura.
Contaban con una sencilla pero variada carta traducida a cinco idiomas: inglés, alemán, francés, italiano y hasta en braille, ya que son muchos los clientes extranjeros que llegaban atraídos por sus genuinas tapas murcianas.
Huevos de codorniz con chorizo, codornices al ladrillo (empleaban un auténtico ladrillo en su elaboración), berenjenas a la plancha o sus aplaudidas chapinas de cordero eran sus platos más demandados.
Ofrecían un espectacular menú para grupos por 14 euros que contaba con ensalada de la casa, zarangollo y pisto murciano, mini catalana, sobrasada con queso, montadito de lomo o morcilla a elegir, huevos de codorniz con chorizo, salchichas al vino blanco, berenjenas a la plancha y, de postre, natillas caseras o trufa.
Los martes ofrecían gratis una tapa con la primera bebida y, todos los días, caña o vino de la casa y tapa por sólo dos euros.
Todos los días hacían caracoles en salsa, sangre frita con cebolla, patatas cocidas y asadas con ajo y al ajo cabañil, caldo con pelotas en invierno y gazpacho en verano, montaditos a la plancha de todo tipo, verduras a la plancha y unos riquísimos sesos hervidos.