A José Manuel, Óscar y a mi hijo Carlos. A mi mujer, que me ha permitido venirme al Camino. Y a todos los que camináis hacia Santiago, en este 2021.
Te levantas temprano, después de un profundo y reparador sueño. Tomas un café y ves que alrededor tuyo hacen lo propio todas aquellas personas que, vestidas como tú, has conocido hace unos pocos días, aunque te parece que has tratado con ellas desde hace muchos años.
Abandonas el lugar y caminas, unas veces , entre mágicos y frondosos bosques, donde escuchas los sonidos ancestrales, pero olvidados, de la tórtola, del búho, del gallo madrugador, del mugido del buey, acompañado del cencerro que cuelga de su pescuezo. Oyes el sonido del aire que se cruza en su camino con encinas , robles, castaños y helechos. Y percibes y saboreas el aroma de la tierra mojada por el rocio de la noche. Otras, por páramos sin más sombra que la tuya, donde el camino se torna como una línea infinita y solitaria, en el que tu ánimo decae y te hace comprender las frustraciones que en algún momento te depara la vida.
Subes a la montaña altiva. Desciendes al valle que se humilla. Tu respiración se entrecorta, mientras escuchas la sonora cantinela del río que pone música alegre a tu camino.
De repente te encuentras con un grupo de Peregrinos que cantan rezando y que rezan cantando. Te demoras en tus pasos y te unes en oración mientras comprendes y practicas la comunión universal con los hermanos que profesan la misma fe que la tuya.
Sufres cuando el camino se torna exigente. Disfrutas cuando te da tregua. Y en ese trance, viajas hacia tu interior. Examinas tu vida. La pasada, la presente y la que te espera en tu incierto futuro. Reparas que en tu día a día solo te preocupa y empeña el momento actual en el que vives. Solamente. Y te das cuenta del error. La vida, como el camino, es una sucesión trababa de sucesos y vivencias, cosidos por los pespuntes que tu voluntad, como expresión de tu fuerza mental, quiera o pueda tejer.
Al final de la caminata del día, haces balance: subir, bajar, sufrir, llorar, sonreír, amar, disfrutar y resistir. Y te preguntas, ¿Acaso tu paso por la vida es otra cosa diferente?
Cada uno de nosotros andamos nuestro particular camino. Cada uno lleva en su propia mochila, el peso que nos ha tocado -o hemos elegido- cargar.
Cada uno, nos marcamos el destino donde queremos y ansiamos llegar.
Y meditas y convienes, que mucho del peso con el que cargamos las mochilas de nuestras vidas, es fruto de nuestra inmadurez, de nuestros caprichos, de nuestro afán de notoriedad. Y, paradójicamente, es también la causa de nuestra infelicidad.
A todos ellos, a todos nosotros, os deseo un buen Camino que nos permita reconciliarnos con nosotros mismos.
Carlos Valcárcel Siso
es presidente de la Archicofradía de la Preciosísima Sangre de Cristo