(En la muerte de Antonio Contreras, ‘El Yiyi’)
Solía el que esto escribe hacer la llamada telefónica a prima hora del día, casi siempre el tercer viernes de cada mes. Lo hacía para recoger la colaboración de mi siempre querido y recordado don Carlos Valcárcel Mavor en aquella excelsa revista a la que denominé Tribuna la Muralla y que tantas satisfacciones y falta de sueño me dio a lo largo de veinte años. Don Carlos, madrugador él, me citaba para la entrega a mediodía, de doce a doce y media en el ya entonces popular Bar “El Yiyi”. Acudía a la recogida debido a la edad, la dignidad y el respeto que me infundía la figura de tan ilustre murciano al que conocí en mi más tierna infancia (si es que alguna vez la tuve).
El intrépido reportero gráfico Manolo Gambín solía acompañarme en aquellas citas portando el aparatoso instrumento de los fogonazos. Aquella salida me servía como excusa para abandonar pantalla y teclado, y así expansionarme al sol por las calles de la Murcia de mis amores. Motivo para fotografiar a algún transeúnte conocido o la chapuza municipal tan al uso.
Tenía por costumbre al salir de la redacción en el primer piso de Trapería 16 de echar una mirada a mi izquierda, no fuera que la desaparición de la cafetería “Mi Bar” hubiera sido un mal sueño, al igual que miraba el escaparate de “La Saldadora”, buscando sus calientes calzoncillos largos de franela que mi madre adquiría para mis frioleros años en los madriles. Parada obligada para saludos a algún parroquiano de“Williams” que se solazaba en la terraza viendo pasar a la gente. Y así, Manolico y yo, dándole al talón, encarábamos el paseo de Alfonso X hasta la calle Lepanto, Roque López, Primo de Rivera hasta dar con la calle Cronista Carlos Valcárcel, antes Nicolás de las Peñas.
La barra no era ni larga ni corta, formando dos ángulos; uno recto, con la ventana que daba al exterior y otro, al fondo con horizontal más pronunciada que acogía la vitrina y el acceso a la barra.
Ocupaba don Carlos, en el despejado establecimiento, el denominado rincón del guapo, es decir el primero de los ángulos que permitía una excelente visión del interior del local y al mismo tiempo de la calle. Sentado en alto taburete degustaba don Carlos un “vinico” blanco tan de su gusto. Lo cierto es que el Bar “El Yiyi” resultó muy de mi agrado, acostumbrado como mandaban los tiempos al rojerío pertinaz, la democracia obligada y el esnobismo sin olvidar los cambios de chaqueta. El tiempo parecía haberse detenido en las estanterías y en las paredes de aquel bar nuevo para mí. Allí estaba Franco en sus múltiples facetas de militar y de civil. Un busto de José Antonio, los heroicos militares de la Cruzada; Yagüe, el capitán Cortés, Moscardó, Muñoz Grandes, Nieto Antúnez, Carrero y tantos otros que se alternaban con banderas, banderines y recuerdos de toda una época que tocaba a su fin.
Por fin apareció don Antonio Contreras, justo cuando le decía a don Carlos que no abusara del tippex corrector de su inseparable y mellada máquina Olivetti, ya que que me las veía y deseaba para interpretar sus artículos.
Don Antonio Contreras, más conocido por Yiyi nos sirvió solícito tres vinos blancos sin llegar a preguntar lo que queríamos, al igual que de repente apareció un plato de hueva con almendras y unas sonrosadas quisquillas que saltaban las lágrimas por su frescura y sabor.
La semejanza de Yiyi con el pianista Chopin era patente, sí, el parecido de don Antonio Contreras con el señor Chopin era más que manifiesto, lo que nos facilitó, asimismo, una clave de sobresaliente personalidad del exquisito hostelero. El que servía copas y extraordinarias tapas sin pedirlas; el amigo de la broma y de los silencios; el admirador de toda una época de la historia de España cuando no estaba bien visto admirarla. El hombre que nunca discutía de política y que tiraba como pocos las cañas de cerveza.
De allí, a la amistad. En las tardes de feria taurina en La Condomina, acompañado don Antonio de Santiago Varona, alma del bar El Pícaro. Gustaba Yiyi, tras el cierre de su local, en las noches de estío, de dar una vuelta por aquella playa urbanita que fue la calle de Pérez Casas. Lo hacía vistiendo coloristas camisas de estampados tropicales, sombrero Panamá, cuyo blanco roto dejaba escapar la media melena de quien nos ocupa. Todo un personaje entrañable y querido en la Murcia de no hace mucho y de hoy. Saludos por doquier en el Altea del amigo Rafael Párraga y cómo no, de su devoto amigo Santi, el del Pícaro.
Poco a poco Murcia y sus gentes van mutando, sin que se perciba, sin que nos demos cuenta nos van dejando más solos, se nos van los más queridos y entrañables, habría que poner en el picú e interpretar aquella canción de Mari Trini que decía Amores se van marchando… por Amigos se van marchando… sí, y con ellos un poco de todos nosotros. Hoy se ha ido el Yiyi y allí dónde estés, volverás a dar un fuerte abrazo a tu amigo don Carlos y levantarás tu blanco sombrero, cual Juncal, para saludar con respeto supino a tu siempre admirado Caudillo, protagonista indiscutible de tu templo gastronómico.
Descansa en paz amigo Yiyi, será muy difícil olvidarte debido a tu bondad y grandeza de alma. Se nos ha ido una buena persona.
Foto: Manolo Gambín
Miguel López-Guzmán
Periodista, escritor y pintor
Noticia relacionada:
La hostelería de Murcia, de luto por la muerte del Yiyi esta madrugada
¡Disfruta las terrazas
de PORTA VÍA PIZZA!
portaviapizza.es
En la calle Farmacéutico
Antonio Carazo Villar, 10,
30006 Puente Tocinos. Teléfonos: 868 000 230 y 691 084 278
portaviapizza.es