Querido papá:
El mero hecho de sentarme frente al ordenador me hace recordar aquellas cartas y llamadas telefónicas diarias al alba en mis años en la Villa y Corte, cuando me despertabas por miedo a que me quedara dormido en jornada laboral. He de decirte, papá, con la perspectiva que otorga el tiempo, que tenías razón en todo lo que me decías en tu vida terrenal. Sí, papá. Después de los cincuenta, el reloj se ha disparado y el tiempo cada vez es menos tiempo; incluso me he jubilado, siendo el horizonte y la recta final cada vez más nítida.
Dile a mamá que estoy bien de salud y que como tan mal como siempre y a deshora. Que no se preocupe que en los inviernos voy bien abrigado. Dile también que me he convertido en un referente de la alopecia, no se puede ser más calvo, aunque sabéis que esto nunca me importó o si. Por la casa todo sigue más o menos igual y trato de conservarla tan impoluta como vosotros la dejásteis aunque los años se dejan notar.
Desde que os fuisteis no hay día que no os recuerde y os eche de menos. El otro día, papá, le comentaba a un amigo la cara que me pusiste cuando te di las notas del Preu y me preguntaste qué quería ser en la vida. Te dije que quería estudiar Bellas Artes y tu cara se convirtió en una máscara del estupor (A pesar de ello, me distes los veinte duros prometidos por el notable y me mandaste a Derecho), al tiempo que me decías que de la pintura no se comía. Mucho años después me confesaste que te ocurrió lo mismo en otras circunstancias más bélicas que llevaron tu vida por otros derroteros. Me viene a la cabeza aquel día que me pagaron dos millones de pesetas en monedas de veinte duros y la ayuda que me prestaste, junto con Joaquín el portero, para subirlos a casa (lo que pesaba aquello). No salías de tu asombro ante lo que me dieron por aquellos cuadros que pinté. Pese a todo he salido para adelante.
El motivo de mi carta en este día de San José, querido papá, es decirte que he sentido lo mismo que tú cuando Carmen, mi hermana, se fue con sus 17 abriles. La tragedia vino a visitarme y ya conozco perfectamente el dolor que sentiste, la misma pena que te acompañó hasta el día que te fuiste (Dale un beso y un abrazo de mi parte).
Tu nieto Miguel triunfa por esos mundos de Dios y de la Publicidad. Tantica está guapísima, toda una mujer, y sus notas son espectaculares, devora libros, hasta el punto de que tengo que llamarle la atención para que salga a tomar el aire y el sol. Sé muy bien a quién le parece en este aspecto, a ti.
Cambié la bomba del pozo. No sé para qué, con los precios de la luz no hay quien llene balsa y piscina. Un riego semanal y poco más. Aún así, las varitas de San José, los lirios, la fresilla y las azucenas que plantaste lucen preciosas en el jardín en esta primavera que ya llega.
Tan sólo deciros que os echo mucho de menos y que la vida está muy complicada con virus y guerras que me hacen llenar la despensa, al igual que hacía mamá cuando los tiempos se volvían convulsos y recordaba las hambrunas de los días de la guerra civil.
Insisto, tenías razón en todo y tu ejemplo y consejos me sirven en estos días inciertos y de zozobra. Por otra parte, decirte que las jacarandas están enormes y los cipreses que plantamos tú y yo, apuntan ya como buenos adultos al cielo.
Todo pasa, papá y la vida cada vez se hace más corta y nos acerca más. Aguantaré, sin ponerme melodramático, algo que sabes que no me va.
Te quiere y te recuerda a cada instante, tu hijo Miguel. Muchos besos a mamá y a todos los que tú sabes.
Feliz día de San José, papá.
Miguel López-Guzmán
Periodista, escritor y pintor
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