La pandemia puñetera, a la que quisiera no haber nombrado, ha cambiado nuestras costumbres en más o menor grado. Rehuimos de alguna manera de aglomeraciones y lugares cerrados, quizás no todos, pero si un gran número de personas son contrarias a estar como hace muy poco tiempo, hombro con hombro en bares, discotecas, conciertos, etc.
La mayoría de las ciudades, y para poder echar una mano a los pequeños y medianos negocios de hostelería que tenían la posibilidad de sacar del interior de sus locales a la calle algunas mesas que le permitieran poder vender lo que en su interior no podían, dieron permiso para convertir aceras y plazas de aparcamiento en lugares al aire libre donde poder tomar un café, cerveza o vermú, sin sentir el agobio de los interiores cerrados. Así lo hizo con acierto el Ayuntamiento de Murcia, entonces presidido por José Ballesta y la propuesta la ha prorrogado con igual acierto la nueva gobernanza municipal presidida por José Antonio Serrano.
Me sorprendía comprobar como en ciudades tan frías y lluviosas en invierno como Chicago, París o Roma había en sus calles decenas de terrazas al aire libre siempre repletas de clientes y que ciudades con un clima tan amable en invierno como lo es Murcia apenas si existían algunas pocas terrazas en plazas o bulevares.
Evidentemente, en estas ciudades y en otras muchas cuidades europeas y del resto de continentes donde las terrazas se han perpetuado, el mobiliario y vegetación que en ocasiones adornan los lugares son elegantes y sofisticados.
Para muchos profesionales de la hostelería esta licencia temporal que nos ha concedido el Ayuntamiento de la ciudad y que en muchos casos nos ha salvado del cierre seguro de nuestros pequeños negocios y con ello salvaguardar un gran número de puestos de trabajo, sería bueno que se llegara a un acuerdo para la utilización de las terrazas de manera permanente.
Para ello y si esta medida se llevase a cabo de manera definitiva sería interesante una campaña de concienciación ciudadana de respeto y civismo. Esto: educación, cortesía y urbanidad, nunca está de más.
Entre todos y con buena predisposición lo podemos conseguir.
Emilio Ángel Morales Marín,
es empresario hostelero, gran coleccionista de arte
y fundador del desaparecido restaurante El Continental Bistró.
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