Los jugos gástricos se revolucionan por el mero hecho de pensar en su nombre, añorando aquellos exquisitos nidos de ternera con su puré de patatas tan de mi gusto, servidos prestamente en la extinta barra del viejo Rincón. Doña Encarna, desde la caja, imponía orden y concierto en aquella sibarítica locura que formaban la multitud de parroquianos, cocineros y camareros, tanto en barra como en el solicitado restaurante. Don Raimundo González Frutos se movía por aquel local como un director de circo, atendiendo con buenas palabras a unos y otros.
Aún posee, pese a los años, un perfil de experto senador romano. Raimundo ha sido de los pocos profetas en su tierra que ha sabido crear escuela. Habrá que recordar las palabras del cronista gastronómico Ismael Galiana en su prólogo para aquel incunable “Murcia entre bocado y trago” de Juan García Abellán: –Extraño, extrañísimo, inexplicable. La cocina murciana no aparece en letras de molde por ningún lado de una manera integral y apologética. Ni en letras de molde ni apenas en marmitas que no sean las vernáculas…-
Raimundo rompió con aquella leyenda negra exportando nuestra cocina gracias a su numerosa y afamada clientela, desde estrellas de Hollywood, pasando por toreros e ilustres de la más variada índole. Franco comía de todo pero su médico no le dejaba comer de nada. La reina Doña Sofía era con Don Juan Carlos como el médico de Franco ya que no le dejaba comer de nada. Don Felipe es gran amante de los bocadillos de ñoras verdes fritas con tomate y huevos revueltos.
Las vivencias de Raimundo darían para varios tomos de un anecdotario en el que no faltaría la leche frita con helado de turrón que pirraba a don Ramón Sanahuja y Marcé, obispo de la diócesis de Cartagena, ni las críticas irónicas por aquel… Lubina, mismo… que recibió el socialista Andrés Hernández Ros, como tampoco faltarían las exigencias de Néstor Luján o Álvaro Cunqueiro, ni cuando César González Ruano se llevaba las almendras y los panecillos en el bolsillo por si llegaba la gazuza.
Gorrones, artistas, políticos, escritores, ilustres y menos ilustres se sentaron a la mesa de Raimundo, hombre amigo de la tertulia, dialogante y corrido. Último bastión de la Murcia que fue y ya no es. Culpable de que muchos como Puskas, Kubala o el gobernador civil Federico Gallo, entre otros tantos, llegaran a Murcia luciendo palmito y se marcharan de ella rulando.
Desde siempre su porte, vestido de chef o con corbata, ha denotado una inteligencia condescendiente, una natural presencia para saber sonreír, guisar y tentar a los desmayados con amenas charlas sobre sabrosos platos confeccionados con los más variados productos de la tierra.
Y es ahora, en tiempos de carestía, cuando la figura de Raimundo González Frutos vuelve a reinar con la luz, los sabores y la historia propias de un genio de la cocina murciana y universal.
Foto principal: Raimundo González Frutos haciendo cata de salsas en una imagen de 1963. Foto: Tomás.
Miguel López-Guzmán
Periodista y escritor