Con cerveza o vino, a gusto del consumidor, la fiesta acababa con un moscatel y sus inmejorables piononos de Santa Fe. Pepe me los hizo descubrir hace muchos años, contándome que se los traían desde esa población granadina ex profeso, y, desde entonces, nunca visité el local sin degustar como colofón a mi almuerzo o cena, al menos, un par de ellos.
Estoy convencido de que a Pepe Rubiales, a sus 75 años, ya retirado -pero con su hijo José María Rubiales ahora al frente-, le habrá dolido en el alma que el fuego haya arrasado parte de lo que ha sido su vida. Y a nosotros, sus clientes, que las llamas nos hayan dejado huérfanos de ese auténtico templo del arte y del buen comer. Solo un deseo: que vuelva pronto.
Por Manuel Segura Verdú
Padre, periodista de RTVE en Murcia y del Athletic.
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