Justo encima de Aurorita, la telefonista, y su mesa plagada de cables y clavijas de llamativos colores se hallaba la entreplanta citada a modo de altillo. La escalera era angosta y la sala contaba con amplia balconada de baranda azul sobre el hall de la citada planta y su largo mostrador de recepción. Un lugar muy discreto, tranquilo y apropiado para dar rienda suelta a la imaginación y la curiosidad, cuando no, al chismorreo bien entendido.
Y en aquella planta misteriosa y deshabitada en horario de atención al público, de vez en cuando, se escuchaba, como si de una cacofonía se tratara, el rítmico teclear de alguna máquina Olivetti, instrumento de la época que hacía posible la ensoñación, la crónica, la entrevista o la semblanza recogidas en formato de periódico en cuya cabecera rezaba: «El Diario de la Feria».
Las papeleras rebosantes delataban el quehacer inquieto de aquellos maestros de periodistas y muy especialmente llamaban mi atención los bocetos inservibles de viñetas e ilustraciones que generaba la brillante imaginación de aquel otro gran comunicador, ilustrador y maestro de publicistas que fuera Baldomero Ferrer “Baldo”, a la sazón diseñador gráfico y alma del diario ferial. Unos y otros volcaron su trabajo en las rotativas e imprentas del diario “Línea” de “Sucesores de Nogués” o de “Belmar” talleres imprescindibles en la confección del singular Diario.
En la muerte de Ismael Galiana
Un prólogo de Ismael Galiana que nunca vio la luz. Sí, fue un cambio de tercio y el interesante libro donde se recogían las noticias más sabrosas de toda una época de desarrollo económico de la región se fue al traste debido a un cambio de legislatura: salió Miguel Ángel Cámara y entró José Ballesta. El gabinete del primero hizo el encargo y el segundo lo olvidó.
Cosas que pasan por diversos motivos incluidos los celos. El caso es que el libro quedó en proyecto en un cajón. Aquí tienen la portada y el excelso prólogo de quién dirigió durante años aquel «Diario De la Feria»: Ismael Galiana.
-PRÓLOGO DE LA RECOPILACIÓN FACSIMIL DEL DIARIO DE LA FERIA-
Le cupo el honor a quién estas líneas pergeña como así escribía entonces en Hoja del Lunes, sección fija La semana que empieza, don, venerable y ocurrente, ebanista, hermano del en la sede salmantina, al que a este recomendó comportamiento adecuado a la circunstancia episcopal fraterna lo siguiente: Arribó al cartagenero puerto un cargamento de tubércula mercancía, para significar seguramente su afición a las patatas frItas y a lo pobre en los tiempos que corrían…
No quiere decir esto que don Jesús, aficionado a la prosa decimonónica, la prefiriese a aquella otra de sujeto, verbo y predicado, sino que hablaba de tal manera. Hacía las delicias de nosotros los periodistas entonces jóvenes recién llegados, igual que yo, de la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, más tarde de la católica de los obispos y de las facultades de Ciencias de la Información. Regresé de los estudios periodísticos en 1950, con título y carné recibidos, pude quedarme en Madrid pues fui becario de ABC y el periódico monárquico de la calle Serrano solía ofrecer prácticas y un puesto en la redacción.
Vuelvo a Murcia y espero la ocasión y se presenta en forma primero de colaborador de la revista de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación: Industria y Comercio, y luego en el servicio de publicaciones de la corporación, a las órdenes directas de Miguel López Guzmán, secretario general y director de la FICA. Dieciocho años al lado también de Manuel Fernández-Delgado Maroto. Ahora fallecidos ambos, me queda vivo Miguelito López-Guzmán, travieso adolescente en el recinto de la Feria Internacional de la Conserva y Alimentación (FICA), del italiano figa, o sea.
He querido expresamente mostrar a los futuros periodistas cómo se fabricaban estas hojas volanderas, pura artesanía en horas veinticuatro.
Una exclusiva a pie de bar ferial, la sostenida entre Carlos Valcárcel Mavor. con tertulianos devotos de san Jumilla, y el nobel Hemingway, de gira taurina y literaria tras Antonio Ordóñez (novela Fiesta).
Me ha extrañado que nos hayan servido rioja en lugar de Jumilla, pudo articular el autor de El viejo y el mar.
Ismael Galiana fue director de Diario de la Feria en los certámenes habidos de 1958 a 1965, diseño e ilustraciones Baldomero Ferrer «Baldo».
Por último, dos libros de Ismael Galiana: «La Mudanza» dónde recoge con todo lujo de detalles los años de la «Transición» a la democracia en Murcia con todo lujo de detalles, excepcionalmente ilustrados por la cámara de Tomás Lorente.
Y la «Guía Secreta de Murcia» coautor con Adolfo Fernández Aguilar. Las noches de una Murcia que despertaba en sus lugares y locales de ocio al gusto de la época, incluidas las primeras neotabernas de la zona de la universidad murciana.
Miguel López-Guzmán
Periodista, escritor y pintor