Ahora que cumplimos dos años del inicio del confinamiento y que la pandemia parece que comienza a dar sus últimos coletazos, o simplemente a estar relativamente más controlada, es el momento de echar la vista atrás y analizar hasta qué punto, estos dos años de confinamiento, restricciones y distintas olas de la enfermedad, han pasado factura a los más pequeños de la casa, niños y niñas, en el deterioro de su salud psicológica y hasta qué punto les ha provocado daño en sus hábitos de vida, especialmente en las conductas alimenticias.
Para ello nos hemos puesto en contacto con la Doctora en psicología clínica Carmen Pérez Saussol, quien nos ha transmitido casi una clase magistral sobre el tema.
Nacida en Murcia, en 1977, procedente de una familia de psicólogos, arraigada a la Sierra del Segura pues su abuelo fue alcalde de Yeste. Divorciada y madre de tres hijos, Álvaro de 11 años, Pablo, de 9 y Guille, de 7; es especialista en técnicas de intervención psicoterapéutica, educativa y diagnóstico clínico. Cuenta con una amplia experiencia docente en universidades, institutos y colegios y ha recibido formación en desarrollo personal, coaching, liderazgo, otras competencias directivas y desde hace 22 años orienta a niños, adolescentes, padres y profesores desde su consulta de Murcia.
Autora del libro ‘Educar con una sonrisa’, asegura que la pandemia ha pasado factura a los más pequeños de la casa, especialmente a su salud mental «ya que ha modificado hasta la manera de expresar los afectos y lo que en un principio vivían como una aventura, se ha convertido en una fuente de conflicto. Tantos días alejados de su ambiente escolar ha provocado que muchos niños dejaran de tener contacto con otros niños y aflorasen problemas de aprendizaje que estaban latentes. Pero el confinamiento también ha sido duro especialmente para los padres, en muchas ocasiones perdidos en un mundo digital para el que no tenían formación ni medios; y privados del apoyo, que aporta la comunidad. Los padres han tenido que hacer de ‘hombre y mujer orquesta’ ya que debían saber de todo: cocinar, hacer los deberes, llenar el tiempo de ocio y mil cosas más, generando en muchos de ellos frustración, enfados y patologías relacionadas con el estrés. Los padres han respondido con fortaleza, pero el desgaste ha sido notable. Tras el confinamiento, respecto a la salud, me estoy encontrando una gran cantidad de personas con lo que se ha denominado ‘Fatiga pandémica’, caracterizada por una sintomatología similar a la depresión pero de carácter más leve, reactiva al hecho de estar viviendo esta pandemia. Necesitamos recuperar el bienestar y reducir los índices de suicidios que estamos encontrando estos años.
La atención a los pacientes que demandan una mejora en salud mental está desbordada de consultas sobre menores con trastornos psicológicos.
Quiero insistir en la importancia de volver a instalar el deporte en nuestra vida, a resolver los problemas que hayan podido surgir en los estudios, a revisar los hábitos alimenticios, a mejorar el carácter y procurar restablecer las relaciones familiares. Para mejorar la salud psicológica es importante conocer nuestras capacidades y afrontar las dificultades que nos van surgiendo, si es preciso con ayuda. En los últimos años los referenciales de los jóvenes se están reduciendo a lo estético de una manera preocupante, está desapareciendo el interés por personas que destacan en otras virtudes, científicos, inventores, arquitectos, artistas, profesores y en el resto de profesionales vocacionados por mejorar el mundo. Los adolescentes ya no se fijan en sus profesores, abuelos, curas, vecinos, padres que desarrollan sus talentos. Se ha individualizado el ocio dejando de lado los aprendizajes recogidos del trabajo en equipo. Creo que los adultos hemos dejado de ser referentes, no nos ven satisfechos ni contentos».
Según explica la doctora Pérez Saussol, este aspecto se hace más evidente en el mundo infantil. «Estoy encontrando una adolescencia perdida, con patologías que antes eran exclusivamente del mundo adulto. El exceso de información está generando traumas, hay situaciones en las que los padres no tienen las herramientas suficientes para ayudar a sus hijos. Los niños, en ocasiones no gozan de la madurez suficiente y el exceso de información les sobrepasa.
También es importante tener en cuenta el cambio en las actividades de ocio, pues ha sumergido a nuestros pequeños en las redes sociales, tecnología, las pantallas, los vídeo juegos y, en apenas dos años, nos hemos encontrado con una generación con un problema de adicción importante. Tenemos una generación donde se da un alto porcentaje de fracaso escolar con una importante falta de base educativa».
«También, se ha acentuado durante la pandemia, destaca la Doctora Pérez Saussol, la falta de control parental en los dispositivos que han manejado los pequeños, permitiendo un fácil acceso a la violencia y a la pornografía».
Trastornos alimenticios
Sobre los trastornos alimenticios que ha podido agudizar la pandemia en los menores, Pérez Saussol destaca que «han aumentado de una forma brutal y me consta que hay asociaciones que están desbordadas. También han aumentado las autolesiones en los adolescentes, cuya causa suele radicar en que no se sienten escuchados, comprendidos o en retos como ‘La ballena azul’ o ‘el calamar’. Es importante trasladar que muchos niños con trastornos alimenticios y autolesiones no son causados por una patología, sino por las modas que imperan, imitación o falta de herramientas para modificar las emociones negativas».
Otro aspecto que hay que valorar, resalta Carmen, «es que muchos menores han tenido que vivir la pérdida de sus abuelos a causa de la pandemia y en muchos casos eran sus familiares más cercanos en los últimos años a causa de la conciliación familiar».
Cambios a niveles muy profundos
Según nos explica, Carmen Pérez, “es una realidad que la pandemia ha traído una serie de cambios a niveles muy profundos, no solo se han cambiado hábitos, prioridades, valores y amistades, también ha traído distancias, nuevos modelos de relaciones e incluso un cambio de referenciales. El avance de la digitalización ha sido asombroso llegando a un extremo que no conocemos todavía su repercusión real en los niños y adolescentes.
La gratificación inmediata, la realidad vista bajo filtros, las redes sociales, el acceso a informaciones a través de internet, la falta de dosificación en los videojuegos o el cambio en el sistema educativo, han sido factores detonantes del aumento de patologías relacionadas con la salud mental en la infancia y en la adolescencia. Pero entre los trastornos que ha alcanzado un nivel más elevado entre la esta población están los relacionados con los trastornos alimenticios. Centro como ADANER o AFECTAMUR están saturados y los servicios de urgencias están desbordados. Los especialistas buscamos como frenar este avance ya que la obsesión por la delgadez cuando se convierte en un trastorno, no es una moda pasajera, se convierte en un trastorno con distorsiones muy graves de la percepción, causantes de autolesiones y enfermedades cardíacas y renales.
Los niños y los adolescentes no se ven lo suficientemente guapos o delgados, se perciben insuficientes para ser aceptados o queridos por sus iguales o por ellos mismos, a un grado de distorsión de la realidad, sienten que su propia cabeza les habla, escuchando voces que le indican que no coman y buscan esos momentos de ayunos asociándolos a éxito que asocian a placer. Atracones sin control, vómitos o ayunos interminables rigen este tipo de patología, episodios que se acompañan de uso de laxantes y ejercicio excesivo. Sus vidas se convierten en una sucesión de retos en los que la razón deja paso a la rigidez extrema.
Cada vez empiezan antes, las personas que estamos cerca de este tipo de patologías, profesores, médicos y psicólogos, buscamos las causas de este avance, algo está pasando, la apariencia es importante, por supuesto, pero hasta el extremo de haber dejado de lado otras competencias como el desarrollo artístico, el deporte, el amor por una profesión, el ser aventurero.
Me paso horas en la consulta explicando a niños y adolescentes que las personas somos humanas y que tenemos una naturaleza genética que viene dada, que todos tenemos unas cualidades y que el ser guapo o feo es suerte genética. Dedico muchas horas al día a enseñar a la gente a valorar lo que sí tienen, a insistir en sus cualidades. En una etapa donde las chicas quieren tener unos cuerpos de modelo esculpidos a medida, glúteos voluminosos y abultados, abdomen plano y piernas musculosas. También sorprende por qué quieren eliminar parte de los mofletes y aumentar los pómulos.
Siempre ha existido el culto al cuerpo, pero es cierto que ahora se ha convertido en una premisa para poder empezar a sentirse adecuados.
Seguro que la continua exposición a las redes sociales con estereotipos de chicos y sobre todo de chicas irreales está detrás de este tipo de trastornos, pero también la falta de ejercicio físico, la falta de vivencias nuevas, de aventuras, la falta de visibilidad de otro tipo de referenciales o incluso la ausencia de valoración por parte de la sociedad de otras cualidades más allá de la belleza física inalcanzable.
Una detección incipiente es fundamental para poder actuar sobre este tipo de problemas tan destructivos y de los que solo los familiares saben el infierno que es y la cantidad de ayuda psiquiátrica y medica que requiere con finales muy duros, en los que en muchas, muchas ocasiones no desaparecen.
Desde la psicología clínica y educativa insistimos en la prevención, trasmitiendo a los padres lo importante de educar no solo en las emociones y en la inteligencia, sino en dar una visión real a nuestros hijos de lo que es el ser humano, de enseñar que cada persona tiene unos puntos fuertes, unas virtudes, una oportunidad de desarrollar esas potencialidades que tenemos, que el ser guapísimo es una suerte a veces, otras no, pero que ellos vienen dotados con muchas cualidades que pueden desarrollar. Que el ser guapo o feo es suerte genética».
Pero no todo es negativo para la doctora Carmen Pérez, «ahora, tras los momentos críticos de la pandemia, psicológicamente hemos de aumentar los hábitos saludables y reforzar las emociones positivas. Debemos lograr que nuestros proyectos sean más grandes que nuestros problemas».
‘Educar con una sonrisa’
Ese es el título del libro de Carmen Pérez Saussol, porque educar a nuestros hijos «es una ventura llena de experiencias únicas, explica la autora, y en este libro he recopilado una información imprescindible que facilitará ejercer su labor a los padres y madres y conseguirá que las relaciones familiares sean más gratificantes y enriquecedoras. Se trata de un libro que se puede utilizar como manual de consulta que contiene ejercicios que invitan a la reflexión y a la acción».
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