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GASTROCRONICAS

De la calle al museo: una tapa de alcantarillado de 1928 conmemora la llegada del agua potable a Murcia

La pieza, recuperada de la calle Acisclo Díaz, se convierte en símbolo de un hito histórico que transformó para siempre la vida en la ciudad


 

Una simple tapa de alcantarillado, de metal oxidado y diseño antiguo, ha pasado de ser un objeto invisible bajo los pies de los murcianos a convertirse en una pieza de museo. Ubicada originalmente en la calle Acisclo Díaz, esta tapa, fechada en 1928, conmemora uno de los hitos más importantes en la historia urbana de Murcia: la llegada del agua potable a la ciudad.

El concejal de Cultura, Diego Avilés, dio a conocer en sus redes sociales que este objeto, aparentemente cotidiano, ha sido incorporado al patrimonio del Museo de la Ciudad de Murcia, donde servirá como testimonio tangible de un antes y un después en la calidad de vida de sus habitantes.

“Un objeto que puede parecer insignificante también nos sirve para conocer la historia de Murcia”, afirmó Avilés, destacando cómo piezas como esta permiten reconstruir el progreso técnico y social de una ciudad.

Un paso decisivo hacia la modernidad

Hasta 1928, el acceso al agua potable en Murcia era una necesidad insatisfecha para buena parte de la población. Los vecinos dependían de fuentes públicas, pozos comunitarios o aguadores que transportaban el agua en cántaros. El río Segura y las acequias, como la Alquibla y la Aljufía, también eran fuentes de abastecimiento, aunque con graves riesgos para la salud, ya que servían de desagüe y estaban contaminadas por vertidos.

La llegada del agua corriente marcó el inicio de una nueva era: mejor saneamiento, reducción de epidemias y desarrollo urbano sostenible. Aunque la red completa de suministro y alcantarillado no se culminó hasta 1930, 1928 fue el año clave en el que el agua comenzó a fluir de forma organizada hacia los hogares.



Un legado de fundición murciana

La tapa, fabricada en la Fundición Peña —una empresa histórica situada en el Paseo de Corvera—, también es un homenaje a la industria local. Magín Peña, nieto del fundador, recordó en redes sociales que su bisabuelo fue el artífice de muchas piezas de mobiliario urbano de la época, y otros usuarios, como Antonio Marín García, han hecho un llamado a conservar otros ejemplares similares, como los que aún se conservan cerca de la iglesia del Carmen.

Fundición Peña, en el Paseo de Corvera.

Hacia una ciudad más saludable

Aunque el sistema de 1928 fue un avance monumental, el problema del abastecimiento no se resolvió del todo hasta 1956, cuando las aguas del trasvase del Taibilla llegaron a la capital, garantizando un suministro de calidad y en cantidad suficiente.

Hoy, esa tapa de hierro en el Museo de la Ciudad no solo habla de ingeniería, sino de progreso, salud y dignidad. Es un recordatorio silencioso de que, a veces, lo más esencial no es lo más visible… hasta que alguien decide preservarlo.

El depósito que no fue: el desastre del tanque de agua de Murcia en 1923″

El tan anhelado depósito de agua para la ciudad de Murcia, construido en 1923, se derrumbó el mismo día de su llenado, en un suceso que pasó a la historia como un ejemplo de negligencia y mala praxis. La estructura, bautizada coloquialmente como el «botijo aéreo«, cedió tras alcanzar los dos metros de altura de agua, provocando el horror de los presentes y la impotencia del alcalde, que lo observaba desde el balcón del Ayuntamiento. El desastre se debió a una combinación de factores: la deficiente calidad del hormigón —descrito en la prensa como más tierra que cemento— y el desplazamiento del terreno, agravado por intensas lluvias en otoño de 1922.

Este primer intento fallido obligó a comenzar de nuevo. Las obras del segundo depósito, en un emplazamiento definitivo, comenzaron en noviembre de 1923 y fueron inauguradas el 17 de mayo de 1924, durante la alcaldía de José Cunqueiro Montenegro. Aunque algunas fuentes erróneamente señalan 1926 como fecha de construcción, este año no corresponde al depósito de agua, sino a otras grandes obras públicas de la década, como el Cuartel de Artillería. El nuevo depósito, junto con mejoras en el sistema de purificación y bombeo, marcó el inicio de un suministro de agua potable más seguro para la ciudad, poniendo fin a una larga época de abastecimiento precario.

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