GASTROCRONICAS

Demonios

Por Miguel López-Guzmán


 

He de confesarles que sigo viendo al demonio con inquietud. Conforme los años nos llevan por los caminos que conducen al sol de poniente la maldad se intuye. Se observa al demonio mucho mejor en los telediarios, en los artículos periodísticos, en las tertulias de cada día, en las poses y modas.

La envidia no ha dejado de ser un pecado capital y se manifiesta cada día en rostros indisimulados, en rictus y miradas. La soberbia convertida en vanidad nos habla desde tribunas políticas; la avaricia enmascarada de caridad. La gula, magnificada con estrellas Michelín; la lujuria es mitificada y el erotismo se nos muestra cada día y sin recato en horario infantil.

La ira que decapita, maltrata a los débiles en una sociedad endiosada de juventud y arroja al ostracismo y a la soledad impenitente a la experiencia.



Un mundo que abraza los pecados capitales y se arruga en llanto ante las fuerzas de la naturaleza. El demonio existe con ademanes coloquiales emboscado en la soberbia individual, en la tecnología, en un mundo cada vez más pequeño y donde la maldad se expande a través de pantallas de celulares y ordenadores.

Aquel demonio encadenado de nuestra niñez, era un cándido comparado con el de hoy, envalentonado ante la sociedad del mal llamado bienestar (El ocio es la madre de todos los vicios, nos decían).

El de antaño con las mallas cuajadas de tomates, su lengua y orejas rojas era un pardillo, un bufón, comparado con el invisible Satanás de ahora.
A mí me da más miedo que nunca.

Miguel López-Guzmán

Periodista y escritor

 




 


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