GASTROCRONICAS

Desde el mirador

Por Miguel López-Guzmán


 

En el siglo pasado, las madres en un domingo como hoy, Domingo de Ramos, trazaban con ahínco la raya en el peinado de sus retoños y la fijaban con abundante limón, producto de la tierra, que servía para mantener impoluto el peinado del chiquillo, tras el baño en el barreño y el acicalamiento con prendas de estreno que la jornada exigía.”En Domingo de Ramos, quien no estrena, su madre no tiene manos” era la frase reiterada de aquellas manos maternales al vestir a la criatura con el chaquetita, la pajarita sujeta con elástico y los zapatos de estreno. La foto en la plaza de Belluga portando las palmas de filigrana era toda una tradición en las familias murcianas tras la misa y la procesión que rememora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

El San Juan de Salzillo, en procesión, con su cabo de andas Francisco Sánchez Pérez , dueño de la extinta Fonda Negra, y su hijo, en 1958. FOTO: ARCHIVO TLM

La Murcia de entonces, de aquellos finales de los cincuenta, era voluptuosa en cuanto a sus edificaciones. Así lo demuestran los viejos y escasos edificios, que como todo lo viejo presumen de experiencia y conocimiento. Los miradores son volúmenes adelantados, pechos inflamados de casas que adelantan a sus moradores y los acercan a la calle. El mirador es más que la ventana y menos atrevido que el balcón. Miradores y balconadas toman protagonismo en el inicio de nuestra Semana Santa. Hoy todo se estrena, luce el blanco y el azul celestial en todo su esplendor, como las palmas de la procesión, las que hace mucho tiempo nos compraron en la plaza de San Pedro o en la de las Flores; las mismas palmas que a lo largo del año, permanecerían colgadas en balcones y miradores como recuerdo de la promesa renovada de la Redención.

Las ventanas se abren de par en par para dar la bienvenida a la flamante primavera en una Murcia cuajada de luz, con aromas de fresa, cera y azahar.

Por estas mismas fechas, el taller de Sepúlveda, en la calle Aistor, apuraba los arreglos a las túnicas nuevas que el aumento de peso o el crecimiento obligaban a confeccionar. El paño untado en “Netol” volvía a dejar reluciente el cetro coronado por la Cruz; capuz, cíngulos, sandalias o zapatos; guantes, medias de repizco, puntillas almidonadas, aguardaban pulcramente planchadas y colgadas la hora del desfile procesional.



La mirada al cielo por si cae la insospechada lluvia en un abril siempre caprichoso, y las faltriqueras nazarenas bien provistas de poéticas y dulces pastillas en cuyo envoltorio el poeta escribió: El almíbar y la esencia hacen dulce el caramelo; más si no lleva la sal de la copla, no está bueno. Versaba Raimundo de los Reyes. Caramelos de “Ruiz Funes”, “Barba”, “La Espiga Dorada”, “El Horno de la Fuensanta” o “La Buena Moza” para endulzar la procesión; habas, y “monas” con huevo saldrían de las manos generosas de los huertanos que portan a Jesús camino del Gólgota y a su madre, la Virgen Dolorosa.

Los relevos en la vida se hacen obligatorios, el hueco en la vara del trono siempre se cubre, quedando el halo de quienes se fueron, de aquellos que contribuyeron con su devoción y fe al mantenimiento de las tradiciones. Bien me guardaré de recordar al más entusiasta de los nazarenos, mi siempre querido y recordado Pepico Valverde Díaz, ”El Pichilate” en un día como hoy. Inolvidable don Elías Ros, retransmitiendo para radio Murcia, desde la modesta tribuna instalada a las puertas del viejo café Drexco las procesiones a su paso por Trapería: “¡Ya se escuchan los tambores, ya se oyen las cornetas, ya viene la procesión!, decía.

Vendedores de globos que hacían de heraldos de las bizarras bandas de cornetas y tambores abriendo los cortejos: Policía Municipal, la banda de la militarizada Cruz Roja, calzando blancas polainas; la Policía Armada, los romanos de Lorca. La música sacra de la Agrupación Musical de Guadalupe o de la Diputación Provincial…

Hoy como ayer, asomados al mirador o en las calles, volveremos a revivir la Pasión de Cristo en el vergel de una Murcia inmersa en el color de las túnicas de penitencia en otra deslumbrante primavera.

 

Miguel López-Guzmán

Periodista y escritor

 




 


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