Tras cuatro años de cierre y una profunda reforma, el histórico establecimiento —fundado en 1925 y testigo de tres generaciones— reabre sus puertas con las mismas ‘empanadillas preparás’, las tapas de siempre y una apuesta firme por el legado huertano-cartagenero, ahora de la mano de los creadores de Venta La Muela
Canteras recuperó este lunes uno de sus pilares identitarios. Tras casi cuatro años de silencio —desde que, en octubre de 2020, colgara el icónico cartel de «Se traspasa» tras cerca de un siglo de actividad ininterrumpida—, el emblemático bar Moreno volvió a abrir sus puertas bajo un nombre que honra su pasado y anuncia su futuro: Nuevo Moreno. La reapertura, coincidiendo con el centenario del establecimiento, no representa una ruptura, sino una reafirmación: la de un espacio que, desde 1925, ha sido testigo de tertulias, bailes de piñata, partidos del Efesé proyectados en el primer retroproyector de Cartagena y generaciones de vecinos que han crecido entre sus mesas.
Detrás de este renacer está el equipo de Venta La Muela, conocido por su compromiso con la gastronomía tradicional y la recuperación del patrimonio culinario regional. Con una inversión considerable y una reforma integral —que ha modernizado instalaciones sin alterar el espíritu castizo del local—, han devuelto la vida a un espacio que, más que un bar, funcionaba como el salón comunitario de Canteras.

Como homenaje a sus cien años, las paredes lucen ahora una cuidada selección de fotografías históricas, que evocan desde los primeros días de Josefa García —su fundadora, que comenzó vendiendo trigo y cebada— hasta los años dorados de los dominós y las copas de mistela bajo el toldo.
La propuesta gastronómica se ha concebido como un puente entre memoria y contemporaneidad: se mantiene íntegro el catálogo de tapas que hicieron famoso al local —magra con tomate, calamares encebollaos, pulpo a la cartagenera, michirones, caracoles, manitas en salsa— y, sobre todo, las legendarias ‘empanadillas preparás‘, rellenas al momento con ensaladilla, boquerones, anchoas o ajo, y coronadas con su inconfundible toque de alioli. “Hay cosas que no se pueden mover de la carta”, aseguró Alejandro, amigo íntimo de los nuevos propietarios —Javier, María y Zahira— y figura habitual en la puesta en marcha.
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El espacio, ahora dividido en dos zonas diferenciadas, ofrece versatilidad sin perder coherencia: por un lado, la tasca tradicional, donde los montaditos locales —como el Fronterizo o el Malasombra— comparten protagonismo con bocadillos, hamburguesas y platos combinados; por otro, un comedor más formal, con carta estructurada en entrantes fríos y calientes, carnes y pescados de proximidad, arroces por encargo, menús infantiles y una carta de postres caseros que incluye especialidades de temporada.

Más allá del menú, Nuevo Moreno reivindica un modelo: el de la hostelería de arraigo, donde el trato es familiar, el producto es de cercanía y la fidelidad no se compra, sino que se construye día a día.

Como dijo uno de sus antiguos dueños, Juan Hernández, al despedirse en 2020: «Nada cambiará». Y, en esencia, no ha cambiado: sigue siendo el mismo rincón frente a la CAM, el mismo olor a frito y romero, la misma alegría en la barra. Solo que ahora, con nuevas manos, renovada ilusión y la mirada puesta en el próximo siglo. Porque en Canteras, algunos sabores —como algunos recuerdos— son para siempre.






















