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GASTROCRONICAS

«Las idas y venidas del sabor»: Ester Cánovas estrena La Macetúa, una vermutería-concepto que homenajea a Murcia desde las vías de un tren olvidado

Con un discurso poético, taburetes de madera y un buzón rojo donde los clientes escriben su propia tosta, la chef de Salabores inaugura en pleno centro de Murcia un espacio donde no se cocina —se prepara con arte—, y donde cada producto cuenta una historia de raíces, mar y huerta


 

Pasadas las nueve de la noche del miércoles 3 de diciembre, mientras el centro histórico murciano se sumía en el silencio previo a la Navidad, un pequeño milagro gastronómico cobraba vida en la Calle de Correos, número 3: La Macetúa, el nuevo proyecto de la chef Ester Cánovas, abría sus puertas en una inauguración íntima, emotiva y profundamente simbólica.

LasGastrocronicas.com asistió a la fiesta de inauguración para realizar esta amplia galería fotográfica:

Más de una veintena de invitados —proveedores de confianza, amigos de años, familiares y colaboradores— se dieron cita en el local, aún con el eco de los últimos tornillos, para celebrar el nacimiento de lo que ya se perfila como el espacio más murciano del momento. No hubo discursos protocolarios, sino una narración íntima de la propia Cánovas, subida a una silla, quien, en tono cercano y evocador, explicó cómo nació el concepto: «Fue en una ruta motera por Cieza, al pasar por el apeadero abandonado de La Macetúa. Allí, entre vías oxidadas y silencio de trenes olvidados, lo entendí: una estación es un lugar de encuentros, despedidas, alegrías y duelos… igual que un bar de vermut».

Y así, con esa metáfora en el alma, nació el nombre y la esencia de La Macetúa: una cervecería-vermutería de autor, donde el pasado ferroviario se entrelaza con el presente gastronómico, y donde «no se cocina, se prepara con arte», como reza su lema.

El nuevo local, contará con Álvaro Tomas y Ana Mózola Trum, detrás de la barra, aunque Ester andará de Salabores a La Macetúa y viceversa contínuamente.

El espacio, diseñado con una estética cálida y rústica, respira tradición sin caer en lo folclórico. Las paredes, vestidas en un verde aceituna profundo, evocan los andenes sombreados del viejo apeadero. La barra, de madera noble, invita a quedarse. Los veladores con taburetes altos se distribuyen como vagones dispuestos para el viaje. Y en pleno recorrido, una sorpresa: el baño mixto, transformado en una galería fotográfica en blanco y negro, donde imágenes de la antigua estación, maquinistas y pasajeros anónimos dialogan con frases del poeta Vicente Medina y retratos del paraje secano que alguna vez acunó el tren.




Los invitados fueron recibidos con una degustación improvisada pero precisa: mini pulguitas crujientes, tablas de quesos y embutidos artesanos murcianos, marineras ‘Bonicas del tó’ y vinos de la D.O. Jumilla y Bullas. La cerveza, fría y espumosa, corría en vasos de caña, mientras Cánovas recorría el local con una sonrisa de satisfacción contenida: «Esto es lo que quería: un lugar donde el producto hable por sí solo, donde no haga falta fuego porque lo mejor ya está hecho: el bonito, la mojama, la alcaparra, la aceituna…».

La carta, cuidadosamente impresa con tipografía vintage, es un homenaje al Mediterráneo:
— Laterío con mejillones y perlas de caviar cítrico,
— Ventrescas con asaícos,
— Navajas con su pil-pil y aceitico verde,
— Tostas como la Pipirrana murciana con bacalao o la Herejía del pastel de carne envuelta en hojaldre con mousse de foie y manzana caramelizada y gildas con aceitunas ciezanas, anchoas sobre mantequilla tostada.

Y en el corazón del concepto, un guiño divertido y participativo: un buzón rojo en la pared. Allí, los clientes pueden depositar su receta ideal de tosta —ingredientes, nombre y firma—. Cada mes, una será sorteada y subirá al andén: se incorporará a la carta durante 30 días, con el nombre de su creador en el menú.

La bodega, curada con pulso cervecero y vitivinícola, equilibra lo local y lo atlántico: desde el Mediterráneo de Alceño (100% Sauvignon Blanc en barrica) hasta el Attis albariño en fudre de roble, pasando por tintos de Bullas y Jumilla con crianzas cuidadas y nombres como Inaudita o Partal.

Antes de despedirse, Cánovas dejó una frase flotando en el aire, entre risas y brindis: «Murcia no necesita inventarse nada. Solo necesita que alguien la mire con cariño, la escuche… y la sirva bien».

Y así, con las luces encendidas, las botellas ya en su lugar y el primer cliente —Salvador, un vecino del barrio que se asomó al oír el jaleo— ya pidiendo una caña con aceitunas, La Macetúa echó su primer tren.

Dirección de salida: Calle Isidoro de la Cierva, 3 (Calle Correos), Murcia.

Próxima parada: el corazón de quienes aún creen que un buen vermut puede cambiar el rumbo del día.

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  • 📍 Abierto de miércoles a domingo. Reservas recomendadas en @chefcanovas y @lamacetua (Instagram).
  • 🚆 «No es un bar. Es un andén donde el tiempo se detiene… para brindar».







 


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