GASTROCRONICAS

Metidos en un avispero

Por Pascual Fernández Espín


 

¡Jo! Vaya mañana. Son las ocho del domingo 22 de junio de 2025 y el reloj digital instalado en la vía pública marca casi treinta grados. La noche ha sido insoportable en esta Murcia que parece un horno. Y la previsión meteorológica para hoy no promete otra cosa que meter la cabeza bajo el grifo y no sacarla aunque te ahogues.

Harto de dar vueltas en una cama empapada —y no precisamente, como diría Azúcar Moreno, “en las sábanas blancas recordándote…”—, me levanto temprano para hojear la prensa digital. Y ¡plas! Ahí estaba él: el de flequillo amarillo, como el submarino de Los Beatles. Allí sentado, en la mesa Oval, con gorra y sonrisa estúpida, aparecía el señor Donald Trump. ¿Por qué será? Cada vez que lo miro, así, casi de refilón y con un toque de repelús, me recuerda más a Ruiz Mateos, aquel que decía: “¡Te pego leche!”

Pero al grano. El primer titular que leo es contundente: “Estados Unidos entra en guerra con Irán” . Se ignora si China y Putin removerán aún más el avispero.

Sigo leyendo. Israel sigue con su particular drama, cada día una carnicería. Visto así, horrible, criminal. Por eso me lo he preguntado más de una vez: ¿qué demonios buscaba Hamás con su ataque inicial contra Israel, matando a mil cuatrocientas personas, muchas de ellas jóvenes asistentes a un concierto musical, y secuestrando a otras doscientas sesenta y siete? ¿Acaso no sabían… o sí sabían? Sí, seguramente sabían que Netanyahu, ese genocida, necesitaba pocos motivos para desatar el exterminio palestino y extender sus fronteras para construir un futuro Miami turístico.

Ucrania, por reiterado, aunque sigan muriendo personas, ya ni aparece en los titulares. Lo que sí ocupa portadas es la España del “y tú más”, como diciendo: tú y tú; es decir, el vecino de enfrente o los casi cincuenta millones de españoles somos poco menos que unos atrasados mentales. Aunque nos gusten las gambas como al primero, nadie trate de convencernos de que “la abuela fuma”. Joe.



Menos mal que esto parece tener los días contados. O no. Porque la película que se está proyectando, con otros matices, con mi bilis revuelta, con otras siglas, otras caras y otros actores, no hace tanto que ya se vio en la misma pantalla: la pantalla de la corrupción. Pero no os preocupéis, políticos míos, el pueblo aguanta. Somos así de sufridores.

Paso página en busca de algo más relajante. Y ¡coño, coño! La que faltaba. Por si acaso, ya que a veces los madrugones mojados pueden ser legañosos y pijoteros, vuelvo a leer y releer. Y no, dice lo que dice. Lo confirma la señora vicepresidenta Yolanda Díez.

Titular a toda plana: «Díaz exige no criar pulpos en granjas por su dolor emocional: ‘Pueden resolver problemas complejos'» .

O sea, de comer pulpo a la gallega, a la plancha o al gusto de cada cual, de ahora en adelante, nata de nata.

Y puntualizo yo: a lo mejor lleva razón la vice. Quizá cada pulpo sea un Séneca en potencia. Acuérdense ustedes de que un pulpo, en edad de ser degustado, acertó el triunfo de la Roja en el Mundial de fútbol de 1982. Pero claro, por otro lado me digo: ¿y ahora qué? ¿Qué va a pasar de ahora en adelante?

¿Qué será de los murcianos sin su tapita de pulpo a la hora del Ángelus, acompañada de una cervecita fresca? ¿Qué será de Paco Hernández, director de Las Gastrocrónicas.com, sin su taco bien gordo de pulpo en la boca, medio atragantado, con los ojos llenos de lágrimas y gritando a los cuatro vientos: “¡Ande estooooy!”?

Viendo cómo pretende la señora vicepresidenta acabar con nuestras costumbres gastronómicas, me digo: esto no puede seguir así. Mi descontento, mi desilusión ante todo lo que me rodea, es tal, que estoy a punto de gritar:

¡Que alguien pare el mundo! Yo me apeo en la próxima.

Pascual Fernández Espín es escritor y tertuliano en radio y televisión

 

“Y después, ¿Qué?”

La última obra de Pascual Fernández Espín, “Y después, ¿Qué?” todavía tiene el calor de lo novedoso, y es que tan solo hace mes y medio que vio la luz por primera vez, eligiendo para su bautizo el resonante marco de la Feria del Libro de Murcia. Poco después, también en la ciudad del Mediterráneo, en el Museo de la Ciudad de Murcia, nuevamente fue presentada al público con gran éxito; luego, en compromiso consigo mismo, extendería la presentación al lugar que le vio nacer, Bullas, con un nuevo éxito en su haber.

Actualmente, y de cara a la Navidad, ha preferido detener un poco la vorágine que todo lanzamiento de una obra literaria conlleva hasta final de Enero, donde tiene comprometidas otras tantas presentaciones en diverso puntos de España. Y es que este prolifero escritor murciano, con once obras ya publicadas, cuando se le pregunta cómo se las ha arreglado para tener tan amplia bibliografía en su acervo, al que había que añadirle casi un millar de artículo de actualidad e investigación publicados en prensa, contesta sin grandes aspavientos que las historias que utiliza para sus guiones le salen al paso, él solamente se niega a dejarlas marchar.

Lo apunta todo, luego tamiza lo almacenado para finalmente convertir en un artículo o una historia todo aquello que lo rodea. Y en el caso de la obra: “Y después, ¿Qué?” no fue solo una historia la que llegó, dice, fueron varias historias reales de personas que después de serlo todo en la vida pasaron a ser NADA, solo presos o presas de la enfermedad del olvido. Una cruel enfermedad capaz de abandonarte en el campo árido de la desmemoria sin dolor alguno, ya que el Alzheimer, no duele, pero mata.

Esta es la historia de Penélope, una valiente y hermosa mujer de fuerte personalidad que cuando de diagnosticaron el mal que le acosaba, en vez de hundirse en la depresión y el aislamiento social, fue capaz de rebelarse contra la propia enfermedad. Gritar con todas sus energías tratando de rememorar tiempos anteriores, cuando la vida le sonreía y fue tremendamente feliz junto a Mario. Su pareja de viaje por la vida. De esta manera, lo que a primera vista podía sonar a drama, se convierte en una hermosísima historis de amor, de pasión y misterio que hace que la obra narrada se convierta en un misterioso imán capaz de retenerte al lector o lectora entre sus páginas, siendo muy difícil que una vez que se abre la primera pagina poder cerrarla si antes no se llega al final del libro: “Y después, ¿Qué?”




 


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