Entre 17 jóvenes talentos de toda España seleccionados para el prestigioso premio Cocinero Revelación, el murciano Ibáñez se alza como voz singular del sureste: cocina de raíz mediterránea, técnicas depuradas y una mirada que honra la huerta sin renunciar a la vanguardia
En el selecto grupo de jóvenes creadores que aspiran a convertirse en la próxima gran figura de la gastronomía española, Murcia tiene su embajador: Alejandro Ibáñez, chef del restaurante de la Bodega Barahonda en Yecla, ha sido seleccionado entre las 17 promesas nacionales que competirán por el codiciado galardón Cocinero Revelación Gran Premio Balfegó, que se entregará el 28 de enero de 2026 en el marco de Madrid Fusión Alimentos de España.

Su inclusión no es casualidad, sino el reconocimiento a una trayectoria silenciosa pero sólida, forjada entre los viñedos del altiplano murciano y las cocinas de referentes nacionales donde se formó. Ibáñez —definido por el comité como «un tapado del oficio»— ha logrado construir en Barahonda algo poco común: un espacio donde enología, turismo y alta cocina convergen sin jerarquías. Desde su comedor con vistas panorámicas al paisaje vitivinícola, el chef diseña una propuesta estacional que bebe directamente de las huertas cercanas, las sierras limítrofes y la memoria culinaria del territorio, reinterpretada con precisión técnica y sensibilidad contemporánea.

Lo suyo no es el ruido, sino la coherencia: platos mediterráneos que respiran sencillez aparente, pero que esconden complejidad en sus fondos, sus puntos y sus emulsiones; recetas donde el vino no es acompañante, sino coautor —una simbiosis que solo es posible cuando quien cocina entiende el caldo como una extensión del plato.
Ibáñez comparte cartel con figuras emergentes de primer nivel: desde Javier Ochoa y Garikoitz Arruabarrena (Masta Taberna, Zarautz), defensores de la guisa lenta y el sofrito como acto de resistencia, hasta Kiko Rocher y Loli Sambal (Terra, Valencia), que reinventan los sabores de la terreta con rigor y emoción; pasando por Mauro Rivas y Armando Vidal (Sol Post, Formentera), que transforman una isla en un menú de 14 comensales, o Marc Pérez y Tània Doblas (La Sosenga, Barcelona), cuya propuesta de nueve pases por 35 € desafía la inflación sin sacrificar la calidad.

El premio, creado en 2003, ha sido trampolín de nombres hoy consagrados: Dabiz Muñoz, Ricard Camarena, Rodrigo de la Calle, Javi Estévez o Javier Sanz y Juan Sahuquillo —los tres últimos con raíces profundas en la Región de Murcia— pasaron por esta misma antesala del éxito. Para Ibáñez, esta nominación no solo representa un espaldarazo profesional, sino la oportunidad de situar al altiplano murciano —con sus contrastes, su sequedad fértil y su biodiversidad agrícola— en el mapa de la innovación culinaria nacional.

Porque si algo define a esta nueva generación es su capacidad para mirar hacia dentro sin cerrarse al mundo: raíz profunda, ramas abiertas. Y en ese equilibrio delicado —entre tierra y técnica, memoria y futuro— Alejandro Ibáñez ya está escribiendo su propio capítulo.
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