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GASTROCRONICAS

Roca Rey habló con el alma en Murcia, el silencio de la arena se convirtió en emocionantes palabras

El torero peruano, ídolo de masas y cinco veces al hombro en Murcia, transformó el auditorio Víctor Villegas en un ruedo de emociones


 

Con música de fondo, recuerdos de José Tomás y la cabeza de un toro como talismán, Roca Rey definió el toreo como “sufrir… y volver a renacer”. Una ovación cerró un pregón que nadie olvidará


 

Anoche, en el Palacio de Congresos Víctor Villegas, el silencio habitual de la arena se rompió… no con un olé, sino con un discurso. Andrés Roca Rey, la figura más vibrante del toreo actual, pronunció un pregón íntimo, emotivo y profundamente humano, que dejó al auditorio conmovido y en pie.

Lejos de los tópicos, el peruano —acostumbrado a hablar con capotes y muletas— demostró que también domina el arte de las palabras, hilvanando recuerdos, homenajes y verdades incómodas sobre lo que significa ser torero.

La velada, presentada por el crítico José Francisco Bayona, comenzó con la música de la Sine Tempore Ensemble, que interpretó la Danza española de El lago de los cisnes, creando un clima de solemnidad que anticipaba lo que vendría. Y lo que vino fue, sencillamente, Roca Rey desnudo ante su afición.

Con voz serena y mirada sincera, repasó casi una década de alternativa ligada a la Feria de Murcia: dos años sin torear por la pandemia, tres más de baja por lesiones, y cinco tardes gloriosas coronadas con quince orejas y cuatro rabos. “No soy de números, soy de sentimientos”, confesó. “El toreo es comprensible para cualquiera porque transmite verdad. No necesita explicaciones: se siente”.

Uno de los momentos más aplaudidos llegó con su homenaje a José Tomás. Roca Rey evocó una imagen de 2009: el maestro de Galapagar, chaquetilla hecha jirones, cubierto de polvo y sangre. “El toreo se mide en lo que entregas, no en lo que conservas”, sentenció, arrancando un aplauso espontáneo que recorrió la sala.



Pero la emoción alcanzó su clímax con la historia personal de 2023, un año marcado por las cogidas y las dudas. “Llegué a Murcia con miedo. Deseaba que lloviera para que suspendieran la corrida”, confesó. Pero aquel toro de Victoriano del Río cambió su destino: le cortó un rabo, el único que guarda en su casa. “Cuando tengo dudas, me pongo delante de la cabeza de ese toro y le hablo. Él me recuerda que siempre se puede volver a empezar”.

Roca Rey también tejió puentes entre culturas: recordó que, al conocer la historia de la plaza de Murcia, pensó en Acho, en Lima, una de las más antiguas del mundo. “Esa antigüedad es un hilo invisible que une Murcia con Perú. Dos plazas separadas por un océano, pero hermanadas por la misma pasión”.

Con gratitud, agradeció al Real Club Taurino de Murcia, presidido por Alfonso Avilés, por mantener viva la llama de la afición, y rindió tributo a figuras locales como Ortega Cano, Rafaelillo, Pepín Liria y Paco Ureña. También elogió la generosidad de la ganadería murciana de Nazario Ibáñez y la profesionalidad del empresario Ángel Bernal.

El cierre corrió a cargo del presidente de la Región, Fernando López Miras, quien destacó que “la tauromaquia es de todos” y elogió la autenticidad del torero: “Escuchando este pregón se entiende por qué despierta respeto, cariño y afecto, especialmente entre los jóvenes”.

La velada concluyó con la Oración del torero, de Joaquín Turina, interpretada por el cuarteto de cuerda, una pieza que evoca los momentos de intimidad y recogimiento antes de salir a la arena. Un broche perfecto para un acto donde Roca Rey, el hombre que habla con silencios, encontró las palabras justas para conquistar, una vez más, el corazón de Murcia.

“¿Qué es torear?”, se preguntó Roca Rey al final. Y respondió: “No es un hotel bonito, ni un traje de luces, ni un coche elegante. Torear es sufrir… y después volver a renacer.”

Quien anoche no estuvo en el Víctor Villegas, no solo se perdió un pregón. Se perdió una lección de vida, contada con acento peruano y alma murciana.






 


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