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Un bodegón de higos que revela la maestría de Tomás Hiepes

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Por Elisabet Pegueroles


 

El pintor valenciano del Barroco convirtió los frutos humildes de la huerta en un motivo de contemplación y belleza intemporal


 

Tomás Hiepes (Valencia, hacia 1610 – 1674) fue el pintor que mejor representó el arte del bodegón en la Valencia barroca. De su vida se conoce poco, pero las obras firmadas entre 1642 y 1674 bastan para situarlo como una figura clave en la consolidación de este género dentro de la pintura española del siglo XVII.

Sus composiciones, ordenadas y equilibradas, transmiten una serenidad que se aleja del dramatismo característico de otros maestros barrocos. Hiepes trabajaba con finas capas de pintura —veladuras— y delineaba cuidadosamente los contornos, buscando resaltar las texturas y el brillo de cada superficie. Su luz, de acento tenebrista, crea contrastes que realzan el volumen y la materia de los objetos, mientras que la gama cromática recuerda a la de Jerónimo Jacinto de Espinosa, uno de los grandes nombres del barroco valenciano.

Fue el artista que cultivó con mayor constancia y prestigio el bodegón en Valencia. Así lo recordaba el cronista Orellana, quien elogiaba su extraordinario naturalismo y relataba cómo su habilidad para imitar la realidad podía llegar a “engañar al ojo”. En su tiempo, su nombre era el primero que venía a la mente de coleccionistas y aficionados cuando se hablaba de pintura de frutas y flores.

Bodegón de los higos de Tomás Hiepes.

Entre los motivos recurrentes en su obra destacan las uvas y los higos maduros. Este cuadro, pintado en 1649 y titulado Bodegón de higos, ingresó en el Museo del Prado en 1889 con el legado de la Duquesa de Pastrana. Refleja esa atención minuciosa a la realidad que ya subrayaban sus contemporáneos, cuando afirmaban que Hiepes fue el pintor que mejor supo ganarse el reconocimiento y el prestigio gracias a su asombrosa capacidad para imitar las frutas del natural.

La obra destaca por su sobriedad y equilibrio. Sobre un fondo rocoso, Hiepes dispone una pirámide de higos de distintas variedades, apilados con un orden que parece natural y calculado a la vez. La composición está dominada por tonos verdes, violáceos y azulados, iluminados por el rojo intenso de la pulpa abierta en algunos frutos. Esa combinación de frescura y sensualidad visual revela su dominio de la materia pictórica y su aguda observación del natural.

En primer plano, una pequeña lagartija introduce una nota de vida que intensifica la sensación de realidad. Detrás, un paisaje con árboles y construcciones lejanas aporta profundidad y una atmósfera poética, influida por los modelos italianos que el pintor conocía. Hiepes no se limita a copiar lo que ve: interpreta la naturaleza con un sentido de armonía que convierte cada fruto, hoja o sombra en parte de una misma composición tranquila y luminosa.

Su pintura va más allá del virtuosismo técnico: revela una mirada contemplativa, casi meditativa, hacia lo cotidiano. Ante un cuadro como este sigue sorprendiéndonos la capacidad del autor para convertir lo simple en arte. Sus bodegones son una lección de paciencia, de luz y de silencio. En una época que valora lo fugaz, su obra nos invita a mirar despacio y a descubrir la belleza que se esconde en los pequeños detalles. Los higos de Hiepes, tan reales que casi pueden tocarse, nos devuelven el asombro ante las cosas del mundo.



Receta: Tarta de higos frescos al estilo de Niza

Ingredientes

Para la masa sablée (base)

  • 250 g de harina de repostería
  • 125 g de mantequilla fría en cubitos
  • 80 g de azúcar glas
  • 1 huevo entero
  • 1 pizca de sal
  • Ralladura de ½ limón (opcional)

Para la crema pastelera de vainilla

  • 250 ml de leche entera
  • 1 vaina de vainilla (o 2 para un sabor más intenso)
  • 3 yemas de huevo
  • 60 g de azúcar
  • 20 g de maicena
  • 20 g de mantequilla

Para decorar

  • 6–8 higos frescos y firmes
  • 2 cucharadas de mermelada de albaricoque (para dar brillo)

Preparación

1. Masa sablée

  1. Mezcla harina, azúcar glas y sal en un bol.
  2. Añade la mantequilla fría y desmenúzala con los dedos hasta obtener una textura arenosa.
  3. Incorpora el huevo (y ralladura de limón si usas) y mezcla lo justo para formar una bola.
  4. Envuelve en film y enfría 30 min.
  5. Estira la masa, forra el molde, pínchala, cubre con papel y pon peso.
  6. Hornea a 180 °C durante 15 min; retira el peso y hornea 5–7 min más hasta dorar. Deja enfriar.

2. Crema pastelera de vainilla

  1. Abre la vaina de vainilla, raspa las semillas y ponlas en la leche con la vaina.
  2. Lleva la leche a ebullición, retira del fuego, tapa y deja infusionar 15 min. Retira la vaina.
  3. Bate las yemas con el azúcar hasta blanquear; añade la maicena y mezcla bien.
  4. Vierte la leche caliente poco a poco sobre las yemas, removiendo.
  5. Lleva de nuevo al cazo y cuece a fuego medio sin dejar de batir hasta espesar.
  6. Retira del fuego, añade la mantequilla, mezcla y cubre con film tocando la crema. Deja enfriar.

3. Preparación de los higos

  1. Lava los higos suavemente bajo agua fría y sécalos con papel de cocina.
  2. Córtalos en cuartos o mitades justo antes de montar la tarta.
  3. Calienta la mermelada de albaricoque con una cucharadita de agua; cuela si quieres un acabado más fino.

4. Montaje

  1. Rellena la base con la crema pastelera fría.
  2. Coloca los higos cortados de forma armónica sobre la crema.
  3. Pincela los higos con la mermelada caliente para dar brillo y protegerlos.
  4. Guarda en la nevera hasta servir (máximo unas horas antes para que la base no se reblandezca).

Elisabet Pegueroles es historiadora del Arte y apasionada de la gastronomía

 

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