GASTROCRONICAS

Vino para principiantes

Por María José Cavadas


 

Peñín ha celebrado el 25 cumpleaños del Salón de los Mejores Vinos de España. Un paraíso para los expertos, un laberinto para el principiante


 

Hubo un tiempo en que si no sabias agitar la copa con gracia y meter la nariz hasta una profundidad media, no eras respetado. Mirando hacia atrás, lo mismo ocurría con las corbatas. Si no identificabas el diseño de primavera de Loewe, eras un paria. Otro tanto ocurrió con la bolsa. El quesero del mercado de mi barrio hablaba con desparpajo de la cotización de las “puntocom”.

El pabellón 6 del Recinto Ferial IFEMA de Madrid, ha acaparado lo mejor del viñedo español. La guía Peñin ha celebrado la 25 edición del Salón de los Mejores Vinos de España. Cuando echó a rodar la idea, mi única sobrina llevaba pañales. Un cuarto de siglo después te sientas asustada en su consulta por si te ha encontrado algo malo en los análisis de orina.

En sus 30 años de experiencia, Peñin ha catado 345.000 vinos. Y a ninguno le ha detectado colesterol alto. Los que han pasado el examen con sobresaliente, han obtenido entre 90 y 100 puntos de la Guía Peñín de los Vinos de España 2026 estaban allí. Esperando que se abrieran las puertas para mostrarse al mundo.

También estaba yo, como el comprador compulsivo de Black Friday, esperando entrar en ese mundo maravilloso. Pero un panorama de 1.600 vinos, provenientes de 350 bodegas, 248 de ellos excepcionales, entre 95 y 100 puntos, lo que equivale a un “cum laude”, es capaz de frenar a un novato. Si no está loco.

Mineralidad y terroir

El principiante debe estar preparado para una avalancha de términos que puede que le suenen, pero no sabe dónde colocarlos. Algo así como cuando no le pones cara a un nombre. Mineralidad, salinidad, amplitud y energía vertical, estilo más continental, serio y profundo, le provocarán sensación de vértigo. Y otras que le acelerarán el pulso: batonnage o terroir.

César Martínez. Vivaltus. Foto María José Cavadas

La bodega Vivaltus (Ribera del Duero), con el asesoramiento de Jean Claude Berrouet, reconocido enólogo de Château Pétrus. decidió en 2016 cambiar el orden de los factores. Si cada pueblo hacía su vino porque sí, Vivaltus propuso que el criterio no fuera la demarcación administrativa sino las características del suelo, explica César Martínez. Junto a otras innovaciones como utilizar ánforas para “sacar la parte floral”, han conseguido 94 puntos Peñín. Un consumidor de “perfil alto” espera alguna de las 25.000 botellas de La Fleur y las 12.000 de Vivaltus 2016. El 90% de la producción se vende en Francia.

Atravesar los caminos del Pabellón 6 de Ifema, exige un buen mapa. En cualquier momento te puedes topar con alguno de los siete vinos, del total de ocho, que han alcanzado lo más alto de pódium: los cien puntos de la Guía.

Para moverme en este espacio desconocido, tomo referencias familiares. Imagino la desazón de mi cuñado, gran aficionado al “esparragueo”, temiendo saltarse al mejor ejemplar de la linde. Mira que si me pierdo el Ganador del Premio a Vino Revelación 2026, me digo para mis adentros.

Raúl Tamayo trata de instruirme en cómo la geología transmite su naturaleza al vino. Trato de buscar en mi copa todo lo que este sabio me cuenta sobre la suavidad que aporta la arena, el volumen que le da la arcilla. Junto con Rafa García, “reinterpretan” el Ribera del Duero a base de ser muy respetuosos y ofrecer un vino “sin maquillaje”. “El calcáreo da longitud al vino”, explica el enólogo mientras tomo notas disciplinada El romanticismo que le impulsa a transmitir la “herencia genética” a los hijos, me parece más comprensible. Lo de la longitud del vino, no sé, le daré una vuelta mientras regreso en el metro.

María Amézola. Foto María José Cavadas

El novato es muy impresionable y cuando aparecen palabras desconocidas siente una descarga eléctrica. Terroir es una de ellas. Pensé que significaba terreno, hasta que María Amézola me explicó que la denominación incluye climatología y expertice en no sé qué. Ahí lo dejo. María, junto con su hermana Cristina llevan Bodegas Amézola. Son la quinta generación de una familia bodeguera propietaria de tres Chateâus “los únicos auténticos de Rioja”. 200.000 botellas salen de los chateaus (pensé que eso ocurría solo en Francia), pero, no quiero ir de lista.

Mientras que Cristina hace de enóloga, María recorre el mundo vendiendo. “Duermo 250 noches al año fuera de casa”.

Sabor a piedra

Una, en su novatez, pensaba que el suelo y el cielo eran los dos parámetros a tener en cuenta. No. También cuenta la altura, la exposición solar, si hay canto rodado o afilado. Todo ello marcará la acidez, la evolución, “el sabor a piedra mojada”, las posibilidades de guarda y mucho más.

Megan Velasco.Lagravera. Foto María José Cavadas

Lo de las piedras conmueve. Un platito con tres pedruscos de yeso, sirven de muestra para que Lagravera del Segre (Lleida) saque pecho del paraíso natural que representa sus 150 kilómetros de cordillera . Puro yeso sobre la que crecen viñedos antiguos, ahora recuperados y vinos de paisaje (parcelas de diferentes altura, para entender). “Aquí la garnacha se expresa más amarga y expansiva”, afirma Megan Velasco, sumiller y responsable de ventas. La mezcla con sauvignon blanc le aporta delicadeza. De esos suelos, fruto de un choque tectónico, salen 60.000 botellas de natural blanco.

Yesos de Lagravera. Foto Maria José Cavadas

La Bodega Enrique Mendoza, Alicante, (una de las 84 zonas productoras nacionales e internacionales representadas en el Salón) construye vinos a partir de una Monastrell plantada en la cara norte. “Aquí más importante que el suelo es la orientación. Necesitamos que la planta registre menos grados centígrados”, argumenta Julián Mendoza. Su padre consiguió en 1989 la primera cosecha. “Plantó la viña por afición”. El hijo prosiguió “en principio por obligación. Con el tiempo se convirtió en vocación”.

Julián Mendoza. Bodegas Enrique Mendoza. Foto María José Cavadas

Pan de Olivo

El principiante aún tendrá que vérselas con los 281 vinos ecológicos, de los cuales 148 alcanzaron la zona de Podio. Pero cuando estaba a punto de desmayarme con tanta información, como si fuera un espejismo, apareció algo que me resultaba familiar: El pan. El de toda la vida. O casi.

Viñadores del Calcáreo. Foto María José Cavadas

Plantado en medio de tanta botella, de tanta arena, de tanto calcáreo, estaba Roberto Domínguez, con su Pan de Olivo. El pan oficial de las catas. Un jienense que dejó la panadería familiar para hacer otras cosas y hoy vende en 14 países. “Iba para cura”, confiesa, mientras ofrece regañas integrales, de romero, de espelta y de lo que quieras a diestro y siniestro. “Esto es lo único que se mastica en el Salón”.

Roberto Domínguez. Pan de Olivo. Foto María José Cavadas

Sus panes, hechos a mano, sin aditivos, con masa madre natural y con un 12% de aceite extra virgen “El mejor conservante que existe” ha conquistado al mismísimo Reino Unido, a pesar del Brexit.

Pan de olivo. Foto María José Cavadas

Salí del Salón como cuando sales de una sesión de autoayuda. En cohete. Pero antes de lanzarme de lleno al estudio del vino, consulté a la IA sobre cuánto tiempo me llevaría alcanzar un nivel de conocimiento como para desenvolverme con cierta soltura. Chat GPT me auguró que si soy perseverante, entre cuatro y ocho semanas. “Dedicando dos o tres horas por semana, es suficiente para hablar con naturalidad en un contexto social”.

Por tener una idea más precisa del esfuerzo que me exigía la cosa vinícola, pedí una comparación con el esquí, actividad que se me figura muy difícil. Con una semana bien aprovechada llegas a nivel básico. “Con 10 días a medio sólido”, aclaró mi interlocutor digital.

María José Cavadas es periodista

Doctora  en Ciencias de la Información por la  Universidad Complutense de Madrid.
Formadora en Habilidades de Comunicación y Liderazgo.
Miembro de la Federación de Asociaciones de Periodistas de Turismo (Fijet)

 

Otro artículo de María José Cavadas:

Conspiración para “vender” Toledo








 


Lo más leido