El año 2020 está siendo nefasto en todos los sentidos, mucho más allá de la maldita pandemia. Hace pocas semanas falleció el gran dibujante, hijo adoptivo de Murcia, Manuel Sánchez Baena, Man, creador del carismático personaje de El Tío Pencho, ‘El Quijote de la huerta’, que ha aparecido diariamente durante cincuenta años en las páginas del diario La Verdad de Murcia. Y hoy, de repente conocemos la marcha del padre de Mafalda, Quino, el gran Joaquín Salvador Lavado Tejón, humorista argentino sin par.
Hoy Mafalda estará llorando y no creo que nadie se atreva a prepararle una ‘sopita’ para levantarle el ánimo y es que, la gastronomía también ha estado presente en toda la obra de Quino a través del odio visceral que su protagonista le tenía a este suculento y socorrido plato presente en todos los hogares del mundo. Encima, Quino ha muerto hoy, 30 de septiembre, justo un día después de que naciese en 1964 su personaje universal hace 56 años.
Pero sabemos ¿Por qué Mafalda odia la sopa? Además de significar un acto de rebeldía a la imposición de los adultos. Uno de los ejemplos más habituales en los pequeños lo tenemos en el odio a las lentejas, como era mi caso, y además, ¿a quien no le han cantado las cuarenta de niños por negarse a comer un plato determinado?
¿Por qué Mafalda odia la sopa?
En el caso de Mafalda está claro que ese odio a la sopa es el rasgo de una personalidad contestataria, que se alza contra el orden establecido.
Y sí, por ahí va la cosa. Durante una entrevista realizada a Quino en 2004 por la BBC, se le preguntó al autor el por qué del odio de Mafalda hacia ese plato, y Quino explicó que el odio a la sopa «era una alegoría a los regímenes militares que tuvimos que soportar en esta parte del Cono Sur. Porque todo lo que impone normas estrictas y hay que hacerlo por obligación, quita la libertad y eso es muy desagradable». Se veía venir.
Y es que la sopa, de pollo, de pescado, de ternera, de cebolla… es un plato que nos ha acompañado a lo largo de la historia de la gastronomía. El mismo Aristófanes menciona la sopa de arvejas en su obra Los Pájaros, que se vendía de forma ambulante en las calles de las ciudades-estado helenas. El premio Nobel de literatura Miguel Ángel Asturias, elogia la sopa de cebolla, «su cetro de pan tostado y su manto de armiño convertido en hilos de queso». Y por supuesto, el genial Andy Warhol alcanzó la cima del arte con sus cuadros sobre las sopas de la marca Campbell’s.
Pero es seguro que a Mafalda tampoco le hubiera gustado esta sopa no paternalista e impersonal, consecuencia de la avanzada de la industria global y el consumo masivo.
Pero, ¿Seguirá odiando Mafalda la sopa tras la muerte de su creador?, seguro que sí, porque todo el legado artístico del gran Quino permanecerá indeleble para siempre con nosotros igual que permanecerá para siempre la inquina de Mafalda por ese líquido y sabroso manjar.
Precisamente ayer el digital argentino sopitas.com publicaba un reportaje especial con motivo del 56 aniversario de Mafalda:
Quino
Nacido en Mendoza, fue figura de las revistas Rico Tipo y Tía Vicenta. En 1963, para la campaña publicitaria de una empresa de electrodomésticos llamada Mansfield, creó Mafalda, la niña inteligente de negra y abundante cabellera que interrogaba a una sociedad absurda, injusta muchas veces, de rasgos kafkianos.
Mafalda odia la sopa y cuestiona absolutamente todo lo que dicen y hacen los adultos. Tiene una tortuga llamada Burocracia y su cabello es negro, esponjado y siempre despeinado. Nació un 29 de septiembre, pero de 1964 cuando apareció en el semanario Primera Plana de Buenos Aires. Su “papá” oficial se llama Quino, y desde hace 56 años, el mundo se entendió de forma diferente.
Después del éxito en Argentina, el resto de América Latina y su paso por Europa (con un libro editado en italiano y presentado por Umberto Eco), Quino decidió terminar con la vida activa de Mafalda en 1973. Sin embargo, su importancia trasciende más allá de su presencia en la década de los 60 en Argentina con ideas progresistas que a la fecha, no hemos podido aplicar del todo.
Joaquín Salvador Lavado Tejón nació en Mendoza, Argentina, el 17 de julio de 1932. Lo llamaron Joaquín en honor a su tío Joaquín Tejón, un conocido pintor y diseñador, pero ese nombre sólo se quedó en el acta de nacimiento. Desde que nació, y para evitar confusiones, lo llamaron Quino, la única forma y con la que firmaría todos sus trabajos.
Después de mudarse a Buenos Aires para desarrollarse profesionalmente, pasó varios momentos de hambre relacionados a la incertidumbre económica en el país. Fue hasta 1954 que publicó su primera página. Esto le dio la oportunidad de mostrar su trabajo hasta llegar a 1963, año en el que publicó su primer “libro de humor” titulado Mundo Quino en el que se presentaban dibujos mudos.
Un año después nació Mafalda… pero su origen no es tan emocionante, sino extraño y hasta irónico. Migue Brascó, amigo de Quino, presentó al dibujante a una agencia de publicidad que estaba buscando a alguien que creara una historieta para promocionar una línea de productos domésticos: Mansfield. La idea original es que los personajes, al menos la mayoría, tuvieran un nombre que empezara con M.
Quino dibujó a Mafalda teniendo en mente la petición del cliente de crear una familia de clase media argentina, con una mezcla que fuera entre Peanuts y Blondie, historietas gringas que dominaban el mercado. Para no hacerles el cuento largo, Quino entregó el trabajo, pero Mansfield nunca lo utilizó para promocionar sus productos… ni para nada.
Mafalda
Quino se quedó con algunas tiras y/o bocetos que en 1964, publicó en el semanario Primera Plana. A principios de 1965, Mafalda comenzó a publicarse en el periódico El Mundo, desatando la obsesión por este personaje.
Mafalda tiene unos 6 años, y vive con su mamá, papá, hermanito Guille y la tortuga llamada Burocracia para burlarse de lo lento que siempre va todo. Seguramente tiene un apellido, pero nunca se revela. Sólo es Mafalda. En una de las tiras dan a entender que tiene una abuela aunque nunca se revela su identidad, a diferencia de la famosa Tía Paca que hizo algunas apariciones.
A Mafalda le gustan The Beatles aunque no entienda lo que dicen. Ama comer panqueques, ver la televisión (pero no las series o novelas) y jugar en el parque con sus amigos para pretender que son vaqueros. Odia la guerra, el racismo, la violencia y la desigualdad, la cual trae como resultado injusticia. Sin embargo, nada de eso se compara con el odio que siente por la sopa. Nomás no. Quizá por eso le gustaría trabajar en la ONU para ayudar al mundo… y proponer una prohibición por la maldita sopa.
Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad la acompañan en sus constantes cuestionamientos sobre el propósito de la humanidad, lo mal que van las cosas (y eso que eran los 60), la estructura social y económica del mundo, y la necesidad de los seres humanos de ponerse unos por encima de otros, sin sonreírse, sin generar empatía ni siquiera con uno mismo.
Mafalda es una contradicción y una necesidad. Es una niña que no entiende nada y por eso cuestiona todo. Pero no va de dudas infantiles que recorren películas, series o libros, sino dudas que se generan a partir de lo que pudo ver en las calles, en el noticiario y la actitud misma de sus padres. Mafalda es una niña elocuente con un compromiso por lo social que pocos alcanzan en la supuesta madurez. por eso, al mismo tiempo, es tierna y reflexiva.
Para el 25 de junio de 1973, Quino despidió a Mafalda con una serie de tiras que anunciaba ya nunca volver… en papel. Dado el éxito de este personaje, y el reconocimiento internacional de Quino, en los años posteriores al fin de Mafalda, el dibujante fue invitado a ceremonias y festivales del mundo.
En 1984, Quino fue parte del jurado del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana donde conoce a Juan Padrón, director de películas animadas con quien se une para realizar producciones basadas en sus personajes y tiras de humor. Poco menos de 10 años después, Mafalda finalmente da el brinco a la pantalla con una serie animada de 104 episodios con 1 minuto de duración.
Mafalda había vuelto. Y si bien sabe mejor en papel, la niña greñuda había llegado a otras generaciones que se sintieron igual de sorprendidos con una niña que casi 40 años antes, había cuestionado lo que pocos. Desde ahí, Mafalda ha sido la cara de campañas sociales y humanitarias en todo el mundo.