Ahora que estamos en plena gresca social de si se abren los bares y restaurantes o se dejan unos mesecitos más hasta que no quede uno, es hora de hacer balance del periodo en que han permanecido cerrados o semi cerrados, que ya va para un año, con sus consecuencias correspondientes, tanto a nivel económico como social.
A los españoles, quizá porque gozamos de un buen clima en casi todo el Estado, o porque es fruto de nuestra propia idiosincrasia, nos quitan los bares y restaurantes y desarman por completo nuestros ratos de ocio, es que nos dejan cojos ante el toro bravo del aburrimiento.
Si la situación presente es negativa en todos los aspectos, económicamente no pueden ser más dañina, ya que en nuestra bendita España, en esa España capaz de tener resonancia internacional en el tema de cocina y restauración al encontrarnos en el hit parade de los paladares más exigentes, en paralelo, igualmente tenemos resonancia, tirando a chapuza, en la cara menos relumbrante del propio mundo de la restauración.
El otro día me comentaba un amigo alergólogo, especialista en alergias alimentarias, que será casualidad o mala uva, pero las alergias ambientales y de ingestión alimentaria durante el periodo en que el puñetero coronavirus se encuentra entre nosotros como Pedro por su casa, han disminuido en más de un veinte y cinco por ciento. Las alergias ambientales, porque la mascarilla pone trabas al polen y otros elementos nocivos en suspensión, y las alimentarias, ojo al dato, porque se come menos fuera y más en casa. Pero hay que reconocer que todo lo que sean datos positivos es de agradecer entre medias de tanto fango y tanta pestilencia como arrastra todo lo relacionado con el virus.
Gente que muere, gente que enferma, gente que se contagia, gente con los esfínteres apretados esperando la vacuna, gente que se cuela y se vacuna y que le den por ahí al resto, gente que se enriquece con tan emergente negocio y gente que se arruina. Claro que, volviendo a las intoxicaciones alimentarias, algo tendrá que ver el no comer fuera de casa. Y en esta línea me acordaba de cuando el mundo era mundo y la gente, incluso un servidor y su familia, salíamos algunos fines de semanas en plan Colón, a descubrir un lugar desconocido, pero eso sí, siempre con el objetivo en la mente de ver donde comíamos de forma extraordinaria. Es decir, en ese punto visitado, muchas veces siguiendo las recomendaciones de un amigo, aunque por el resultado debería entrar en el capítulo de los enemigos, ya que algunas veces precisamente no pasaba por ser un acierto su recomendación. Tal y como fue el caso de la recomendación (todavía me estoy acordando de sus ancestros) de comer los embutidos caseros de cierto lugar; lugar que luego resultó ser una estafa o semi estafa de mucho tronío.
No sólo fue el sablazo sufrido a mis paupérrimas finanzas, es que ni calidad en los embutidos ni puñetas: grasa de distintos colores y formatos, y que en la digestión se quedaba agarrada al estómago como Hacienda, y ni con una tortilla de Almax era capaz de soltarse, y eso que la Venta de marras, cobrándolo a precio de ibéricos, el cocinero que cortaba las lonchas de embutido debería haber estudiado hasta cuarto de cirugía, ya que el mismo grano de pimienta le daba para seis rodajas de salchichón, por ejemplo.
Pero amigos, en tanto llega de nuevo la hora de la estampida y las colas en los restaurantes de quinta categoría se vuelven llenar, en una Venta de la zona del Noroeste Murciano, de poco nombre y mucho mimo con el cliente, el camarero, que poco antes de ponerse a servir mesas tenía pinta de haber dejado el arado aparcado en la puerta de la Venta, pero no así su delicadeza de trato y sonrisa franca; ya digo, el camarero nos ofreció como plato fuerte el “pollo firme”.
La presencia del pollo recién sacado del horno no podía ser más esnobista y peculiar, ya que se presentaba tostadito entre muestras de especias naturales, un olor que alimentaba, sentado sobre sus posaderas y con un botellín de cerveza introducido por la parte baja. Reconozco que quizá más por curiosidad y morbo del plato que por la materia prima, pedimos pollo para cuatro.
Error en mi primera apreciación y éxito en la elaboración y posterior degustación. Tal fue el éxito de su sabor gastronómico que, previa adulación, sonrisas de cercanía y una buena propina, el camarero del arado aparcado, se avino a darnos la receta. Y les puedo asegurar que mereció la pena hacerlo en casa, ya que a su sencillez se une la facilidad de complementos al alcance de casi todo el mundo, compensado sobradamente con los resultados finales. Y como no creo que mi amigo camarero del arado se me enfade, hoy vamos a compartirlo con ustedes, sobre todo con aquel o aquella que quiera marcarse un tanto cuando sus cuñados favoritos, alegando que les pilla al paso, avisan de que tienen pensado pasarse por casa a comer el fin de semana.
Pollo Firme para cuatro
Ingredientes:
- Un pollo de corral de kilo o kilo y cuarto.
- Una cucharadita de pimienta negra molida.
- Sal para sazonar al gusto.
- Una ramita de tomillo.
- Una cucharadita de hierbas provenzales.
- Una pizca de mostaza.
- Medio vaso de aceite de oliva.
- Una botella 33 cl., de cerveza, lo que conocemos como un tercio.
- Un vasito pequeño de brandy.
Preparativos
Echamos algo más de media botella de cerveza en un bol al que le añadiremos el aceite, la sal, la pimienta, el brandy y la mostaza. Agitamos la salsa y dejamos el pollo entero, con culo quitado, macerar al menos durante tres horas.
Preparación y cocina
Con la propia salsa, en la bandeja del horno, se untará el pollo reincidentemente en toda su superficie, y la salsa que sobre se echa de nuevo a la botella de cerveza, la cual, junto a las ramitas de tomillo se le introduce al pollo por el trasero hasta que la boca de la botella aparezca junto al cuello del pollo.
Con el horno a 180 grados se deja cocinar, cuando comience a calentarse, la salsa de cerveza de la botella irá cayendo tanto por el interior como por el exterior del pollo.
Media hora después de estar cocinándose, a la misma bandeja del horno se le puede añadir unas rodajas de patatas o de verdura: berenjena, calabacín, tomate o cebolla, y una cabeza de ajo sin pelar.
Teniendo en cuenta que cada kilo de pollo, a 180 grados el horno, tarda una hora en estar listo; luego un pollo de kilo y medio, por ejemplo, una hora y media.
Y señoras y señores, no se olviden de acompañar este suculento plato con un buen tinto, de poder ser, dentro de la denominación de origen de Bullas, que sea “La del Terreno 2019” La que ha deslumbrado hasta los mismísimos hermanos Joan, Josep y Jordi Roca, del Restaurante El Celler de Can Roca. No se arrepentirá.
Pascual Fernández Espín
Escritor y tertuliano político en radio y televisión