Desde hace 62 años que me bañaron por primera vez en el Mar Menor, año tras año no he faltado a la cita, en algunas ocasiones largas temporadas, incluso años enteros, en otras por pequeños espacios de tiempo.
Lo mismo, mi madre, que desde su nacimiento en 1920 hasta su fallecimiento cumplimentó el ritual. Ella, para quien los lugares más hermosos del Mundo eran Loa Alcázares, Madrid y San Francisco (California). No conozco San Francisco, pero si lo decía mi madre seguro que es un lugar bellísimo.
Sobre la tragedia que está viviendo nuestro pequeño mar y todos los que de alguna manera estamos estrechamente ligados a el, nada que añadir. Desde hace prácticamente 60 años, las advertencias de quienes tenían conocimientos medioambientales -esto que ahora parece un invento de cuatro- no se han tenido en cuenta, ni por políticos, ni administraciones, ni, y eso duele, por los propios moradores, pescadores incluidos.
Opiniones y culpabilidades, se han oído de todos los colores, pero sobre todo del color de la bilis, ese desagradable líquido espeso y viscoso, de color amarillo verdoso que se segrega en comentarios donde únicamente se intenta machacar y denigrar al adversario.
Como dijo Aristóteles «El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona». Unidad, y trabajo a destajo, sin demora ni pereza y que prevalezca la voz de los científicos, oceanógrafos, biólogos… Y si eso no es así… ¡SOS, MAR MENOR!
Emilio Ángel Morales Marín,
es empresario hostelero, gran coleccionista de arte
y fundador del desaparecido restaurante El Continental Bistró.
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