Fue Pepín Fernández, fundador de Galerías Preciados, el promotor del Día de los Enamorados por la festividad de San Valentín. Idea que tomó forma con la inolvidable película del mismo nombre “El Día de los Enamorados” con un Jorge Rigaud dando vida a San Valentín, con una excelente banda sonora que estuvo a cargo de Augusto Algueró, película que alcanzó tanto éxito que generó una segunda parte: “Vuelve San Valentín”. Las tunas universitarias desde entonces incluyeron, casi de forma obligada, en sus pasacalles y “parches” la pegadiza canción que habla de románticos amores.
El amor existe desde que existe la humanidad. Nunca se ha inventado nada más delicioso que la charla en la reja. Horas y horas hablando con la persona amada hasta que el frío de la madrugada envaraba el cuerpo de los veinte años, insistencia hasta que llegaba el añorado “sí” que nos hacía tener novia.
“Pelar la pava”, “el zureo”, son términos tan murcianos que nos llevan a definir los escarceos amorosos de la juventud.
Cuando abre la blanca y hermosa flor del almendro, el celo brota. En aquella Murcia ya lejana en el tiempo, pero igualmente cercana en cuanto a los amoríos, los de aquí, pelaban la pava en los terrados, en los bancos de la Glorieta, en interminables paseos por el Malecón, cogidos de la mano. Sentimientos y deseos ocultos a los ojos de los demás, con el beso furtivo y a la vez deseado que llenaba de rubor a la joven enamorada que siempre se hizo de rogar.
Fueron las ansiadas cartas el medio de comunicación de los heridos por el dios Cupido, perfumadas cartas llenas de sentimientos que se hacían esperar durante el servicio militar y en aquellas espartanas pensiones que acogían a los universitarios durante sus estudios en la capital del reino. Misivas en las que nunca faltaba un “…Te echo de menos”, un “Te quiero” o un “Estoy deseando verte…”. Epístolas ardientes, de caligrafía cuidada y con besos de carmín en la que tampoco se disimulaban los celos que la distancia proporcionaba.
Paseos por Trapería en un incesante arriba y abajo; los barquillos de canela para endulzar las tardes de invierno, las pipas de girasol como eternas acompañantes de un zureo que tomaba forma de noviazgo. El modesto regalo por San Valentín como muestra de amor ¿sería un anillo?, ¿una bufanda?…
Tardes de cine dominical, en la última fila del cine Coy o puede que fuera en el Cinema Iniesta con la figura inquisitiva del acomodador con su linterna provocadora de inquietudes.
Despedidas en el portal, a la vera del zaguán, donde el beso y el abrazo finalizaba cuando la presencia del lechero o las toses prudentes de la vecina del tercero interrumpían de forma tajante el deseo de los enamorados.
El café con leche asidos de la mano en los veladores cálidos del café Santos en las tardes lluviosas. Los besos en el 600 en la concurrida Cresta del Gallo al anochecer, sin olvidar las huidas a los baños de Mula que llenaban de sonrojo a progenitores en rápidos matrimonios de jóvenes ardientes.
Sí, ha vuelto San Valentín y la Tuna en sus pasacalles canta al amor en el día de los enamorados.
(A mi buena amiga Belén Ladrón de Guevara)
Pie de la foto superior: La Glorieta de España en 1960.
Miguel López-Guzmán
Periodista y escritor
¡Disfruta las terrazas
de PORTA VÍA PIZZA!
En la calle Farmacéutico
Antonio Carazo Villar, 10,
30006 Puente Tocinos. Teléfonos: 868 000 230 y 691 084 278
portaviapizza.es