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GASTROCRONICAS

Sabores suspendidos: un bodegón de Cristóbal Toral en clave culinaria.

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Por Elisabet Pegueroles


 

Cristóbal Toral (Antequera, 1940) es conocido sobre todo por sus maletas, objetos en tránsito, interiores silenciosos y atmósferas de espera. Su obra no es solo descriptiva: detrás de cada objeto hay una reflexión metafísica sobre el tiempo, el viaje, la ausencia y la condición humana.

La técnica de Toral es hiperrealista, casi fotográfica, pero su precisión es un vehículo de pensamiento, no un fin en sí misma. Toral nos confronta con el tiempo. Esta vez lo hace mediante un bodegón de frutas flotantes: una granada abierta, uvas moradas, lichis tersos y frambuesas. Este bodegón se inscribe en su universo temático. Toral pinta esas frutas no por su belleza plástica, sino para evocar su transitoriedad. En este cuadro hay belleza, pero también descomposición, melancolía y tránsito.

La granada abierta aquí no es solo símbolo de sensualidad y fertilidad (como en la tradición barroca), sino de materia expuesta, vulnerabilidad, interioridad revelada: como una maleta abierta, muestra lo que normalmente está oculto.

El blanco del mantel funciona como espacio absoluto, un escenario neutro que intensifica la presencia del objeto. En ese vacío escénico, la materia parece levitar. Algunas hojas caen o se elevan como en un instante ralentizado. Las uvas, aún unidas en racimo, cuelgan en el aire, y las hojas sugieren un movimiento que no tiene dirección. Toral juega con la levitación de estos elementos, algo que ha hecho también en sus maletas o cuerpos en suspensión, para hablar de lo efímero, lo transitorio, lo que escapa de nuestras manos. Los elementos que flotan evocan el desprendimiento de lo material.

Esta pintura no pertenece al género clásico del bodegón. Se acerca más a la espiritualidad simbolista que al realismo barroco. De hecho, la levitación de los elementos y la atmósfera blanca remiten más a la pintura metafísica de Giorgio de Chirico o al realismo poético de Antonio López que a los bodegones flamencos o españoles del siglo XVII, aunque dialogue con ellos.

Toral ofrece una meditación muda sobre el instante. Vacía la escena de todo lo superfluo para que lo esencial emerja. Este bodegón no es una «naturaleza muerta«, sino una naturaleza suspendida, como si la fruta estuviera esperando una última mirada antes de caer. A través de estas frutas flotantes, el pintor andaluz elabora una metáfora visual del tiempo suspendido, la memoria y la pérdida, temas centrales en toda su producción. En su aparente quietud, la obra de Toral nunca cesa de desplazarse, y este bodegón lo confirma: es el equipaje más ligero y, a la vez, el más profundo.

Desde la mirada culinaria, este cuadro es un regalo: nos ofrece un menú visual de texturas y colores. La granada crujiente, las uvas jugosas, el frescor ácido de la frambuesa, la suavidad exótica del lichi… Toda la escena es una invitación al paladar y a la memoria.

Inspirados por esta obra, proponemos un plato que no solo reproduce sus ingredientes, sino que traduce en sabores la atmósfera silenciosa, poética y metafísica de Toral: un postre de frutas con agua de rosas, pimienta rosa y crujiente de almendra. Una combinación que evoca el equilibrio delicado de la pintura, su frescura etérea y su trasfondo meditativo.



 

Receta: Frutas con agua de rosas, pimienta rosa y crujiente de almendra

Ingredientes (2-3 raciones):

Frutas:
• 1 granada (desgranada)
• 1 taza de uvas moradas, sin semillas y cortadas en cuartos
• 1 taza de frambuesas frescas
• 6 lichis pelados y troceados (en mitades o cuartos)

Aliño aromático:
• 1 cucharadita de agua de rosas
• 1 cucharada de miel suave
• 1/2 cucharadita de ralladura de lima
• 1/2 cucharadita de pimienta rosa machacada
• Unas gotas de zumo de limón

Para el crujiente (opcional):
• 2 cucharadas de almendras laminadas
• 1 cucharadita de azúcar moreno o panela
• Una pizca de sal en escamas

Preparación:

1. Preparar el crujiente de almendra: en una sartén antiadherente, tuesta las almendras con el azúcar y una pizca de sal hasta que se doren. Reserva en papel vegetal para que se enfríen y endurezcan.

2. Aliñar las frutas:

• En un bol mezcla las frutas ya preparadas.
• Aparte, emulsiona el agua de rosas, la miel, la lima, el limón y la pimienta rosa.
• Añade esta mezcla a las frutas y remueve con delicadeza.

3. Montaje: puedes hacerlo en forma de timbal o servir en copas anchas. Añade por encima el crujiente de almendra justo antes de servir para que no se humedezca. Y puedes decorarlo con una hoja de menta o pétalos comestibles si quieres replicar el aire etéreo del cuadro.

Sugerencia de maridaje: Este plato marida muy bien con un vino blanco ligeramente dulce o una infusión fría de frutos rojos.

Elisabet Pegueroles es historiadora del Arte y apasionada de la gastronomía

 

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