Pedro Rivera Barrachina, reconocido abogado murciano, exconsejero de Presidencia de la CARM, y gran amante de la gastronomía, se incorporó hace unos días, con orgullo y gran satisfacción, a la prestigiosa Academia de Gastronomía de la Región de Murcia. En esta entrevista, en exclusiva para LasGastrocrónicas.com, comparte su entusiasmo por esta nueva etapa y explora la fascinante relación entre la gastronomía y la novela policíaca, un tema que abordó en su discurso de ingreso.
Aquí puedes descargar íntegro su discurso de ingreso.
-¿Qué supone para ti ingresar en la Academia de Gastronomía?
Es un auténtico honor para mí incorporarme a una institución de tan reconocido prestigio como la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia de la que forman parte tantas personas a las que admiro. Y en la que tengo buenos amigos.
La Academia desarrolla una excelente y también necesaria labor divulgando, recuperando y proyectando la Gastronomía de la Región de Murcia entendiendo que forma parte de nuestro patrimonio cultural común y que es, y debe ser, un auténtico sector estratégico en el desarrollo socioeconómico de nuestra tierra.
-¿Cómo surgió la idea de abordar el tema de la gastronomía en la novela policíaca en tu discurso de ingreso a la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia?
Cuando el presidente de la Academia, D. Alberto Requena Rodríguez, contactó conmigo para comunicarme que mi nombre había sido propuesto para ingresar en la Academia lo primero que sentí fue una leve sensación de vértigo, de la que traté de reponerme presto para poder encontrar una temática que me permitiera escribir un discurso que estuviera a la altura de las circunstancias.
No soy hombre de gustos complejos -tampoco inconfesables- sino más bien sencillos. El cine, la literatura -y dentro de ella el género criminal-, así como la gastronomía forman parte de mis pasiones vitales. Por ello no ha de extrañar que casi de manera inmediata me viniera a la mente combinar dos de esas pasiones: la Literatura y la Gastronomía.
Fue precisamente la relectura de una de las últimas novelas del italiano Andrea Camilleri de la serie del Comisario Montalbano, un consagrado amante del buen yantar, la que me dio la idea del título de la Lección de Ingreso: hablaría del elemento culinario en autores y textos españoles de novela criminal.
-¿Qué aspectos destacarías sobre la relación entre la gastronomía y la novela policíaca en el contexto español?
-El elemento gastronómico ha venido acompañando a la literatura desde sus orígenes con distinta intensidad o motivo, ya sea como elemento señalado en su trama, o meramente decorativo. Así ha ocurrido igualmente con el género criminal.
Si acudimos a la historia de la novela policiaca española comprobamos que los apuntes gastronómicos que aparecen en las obras del género no pasan de ser meros “sazoneos” que se dejan caer sobre el relato. Un atrezzo los llamaría Manuel Vázquez Montalbán. El cambio se produce con la llegada de dos autores: Francisco García Pavón y el citado Vázquez Montalbán.
El primero, natural de Tomelloso, da vida a Manuel González, alias Plinio, jefe de la Policía Municipal de Tomelloso. Sus historias son tenidas como el primer intento serio de crear una novela policiaca de calidad en España, algo que consiguió el autor granjeándose el reconocimiento del público y también de la crítica. García Pavón crea un “rural policiaco” donde junto a la investigación del crimen, el autor aprovecha para darnos a conocer los ambientes, paisajes y costumbres rurales de su pueblo, ocupando la gastronomía un lugar muy destacado, sobre todo la relacionada con la cocina rural manchega.
En las historias de Plinio asistimos tanto a la preparación como a la degustación de recetas tradiciones, estando muy presente también la cultura del vino, tan propia de aquellos lares. Juega aquí el elemento culinario un valor casi etnográfico constituyéndose en uno de los elementos clave de la ambientación y contribuyendo a dar verosimilitud a las historias.
El segundo es Manuel Vázquez Montalbán, creador del detective Pepe Carvalho, en cuyas novelas la gastronomía y el género policiaco se funden alcanzando un maridaje casi paroxístico. Vázquez Montalbán compartiría con Francisco García Pavón el empleo en sus novelas de la gastronomía como ingrediente clave y también el intento de describir y representar la idiosincrasia y costumbres de la sociedad en la que viven, aunque desde perspectivas bien distintas.
Vázquez Montalbán era un amante de la gastronomía. Disfrutaba de ella como comensal (amaba comer y beber), pero también como cocinero. Era asiduo del mercado de la Boquería en plenas Ramblas, al que dedicó incluso un libro, La Boquería: catedral de los sentidos. Le encantaba comprar sus ingredientes en ese templo maravilloso y transmutarlos después en su casa de Vallvidrera, donde podía contemplar, desde lo alto, su amada Barcelona.
Pero además de ello abordó el hecho culinario desde una vertiente intelectual. Escribió centenares de páginas distribuidas en novelas, artículos y varios libros temáticos dedicados al fenómeno gastronómico. Esa pasión por la gastronomía la trasladó a su personaje literario, quien se convertiría en casi un trasunto del autor.
Pepe Carvalho es el detective gastrónomo por excelencia. Tanto es así que cuando se vinculan ambos mundos, el de la novela negra y el de la cocina es Carvalho quien primero nos viene a la mente.
Contaba Paco Camarasa, propietario de la mítica librería Negra y Criminal, hoy tristemente desaparecida que, mediante Carvalho, Vázquez Montalbán introduce la cocina, tanto la popular como la más sofisticada, en la novela negro criminal. Ya estaba, dice, en las novelas de Nero Wolfe, pero éste tenía un cocinero; también en las novelas de Maigret, pero era madame Maigret quien cocinaba. Añade que hay más personajes en la novela negra mediterránea actuales que comen bien, que saben comer. Pero, concluye, “Carvalho es el único que sabe comer y que sabe cocinar. Introduce no la comida, sino la gastronomía, el rito culinario”.
-¿Cuál crees que es la importancia de la gastronomía como elemento narrativo en la novela policíaca, negra o criminal?
-Son muchos otros autores de dentro y fuera de España que introducen apuntes del ámbito gastronómico en sus novelas criminales, con mayor o menor fortuna o importancia. No en vano es casi una consecuencia lógica pues, como decía el autor vigués Domingo Villar, creador del Inspector Leo Caldas, en la novela negra acompañamos habitualmente a un personaje todo el tiempo por lugares y ambientes diferentes y ese personaje ha de detenerse en algún momento a alimentarse.
Ese componente gastronómico en la novela criminal salpimentará unas veces la trama y en otras será un ingrediente fundamental (normalmente como una proyección de los propios gustos del autor y/o de sus influencias literarias), pero lo cierto y verdad es que ambos mundos presentan los perfiles óptimos para ofrecernos el más refinado maridaje.
-¿Podrías mencionar algunos ejemplos o casos concretos en los que la gastronomía desempeña un papel significativo en novelas policíacas españolas?
-Hay un antes y un después en el género negro desde la aparición del detective Pepe Carvalho. Por un lado, marcará la posterior evolución de la novela negra en nuestro país sentando sus bases. Por otro, ya en el plano culinario, el elemento gastronómico será una especie de marchamo que inspirará a muchos autores dentro y fuera de nuestras fronteras. En algunos casos el homenaje es expresamente reconocido, no así en otros.
Dentro de España podría citarle varios ejemplos además de los ya citados García Pavón y Vázquez Montalbán. Quizá el ejemplo más inmediato lo tenemos en Juan Madrid quien como sus maestros del noir americano presta una cuidada atención a la descripción de los ambientes de los barrios de Madrid, en especial sus bajos fondos, por los que se mueve su principal creación, el detective Toni Romano. Ahora bien, a diferencia de aquéllos, en la prodigiosa descripción de escenarios de Juan Madrid serán muy habituales los bares, tabernas o casas de comidas a los que su personaje acude con mucha frecuencia a comer y beber.
Otro ejemplo significativo sería el del citado Domingo Villar. En las novelas de su Inspector Leo Caldas la gastronomía tiene una presencia constante. Villar disfrutaba del buen comer y del buen vino. Su personaje Caldas inspector es de gustos sencillos y en sus novelas lo acompañaremos por bares y tabernas de su tierra, en especial dos, la Taberna de Eligio y el Bar Puerto que no son creación literaria sino dos locales de la ciudad de Vigo que se encontraban entre los preferidos del autor. “Me gusta contaminar la ficción con la realidad”, me confesó en cierta ocasión.
El vino, también la viticultura, aparecen con frecuencia en sus novelas, una aportación con origen autobiográfico. Así, al igual que el padre de Domingo Villar, el de Leo Caldas decidió retirarse en edad madura al campo a cultivar viñedos y producir vino. El autor comparaba ambos mundos, el literario y el vinícola diciendo que no se diferenciaban tanto y compartían “constancia, cariño, paciencia y dejar que se vayan decantando los aromas y los sabores”.
Quizá los cuatro nombres que les he citado sean los autores españoles donde más relevancia pueda tener el componente gastronómico, pero éste aparece, como les decía en otras muchas obras.
En la Lección de Ingreso hablo también de varias obras de género policiaco o negro de autores murcianos (Jerónimo Tristante, Julio César Rivera, Claudio Celdrán y Fernando de la Cierva), no en vano la Academia de Gastronomía en la que he ingresado es de la Región de Murcia.
-¿Cuál es tu relación con la gastronomía en tu día a día?
-La Gastronomía la concibo como una actividad social. Salvo excepciones, casi todas ellas forzadas, me gusta comer y beber acompañado. Algunas de mis mejores amistades se han fraguado en torno a una buena mesa o se han robustecido tras compartir aquélla y sus posteriores sobremesa o velada. Comer, beber y conversar con amigos es el perfecto coupage. También disfruto especialmente acudiendo a una barra a tomarme un vermú o unos vinos (no soy muy cervecero).
No soy, sin embargo, un buen cocinero, antes bien todo lo contrario. Lejos de parecerme al detective Pepe Carvalho soy más bien un gastrónomo pasivo, como le ocurre al comisario Salvo Montalbano de Camilleri. Me gusta comer lo cocinado por otros especialmente la cocina sencilla, tradicional y auténtica, eso sí, sin poner reparos a la más elaborada o vanguardista.
Sí quiero detenerme aquí para hacer una especial referencia al Club Murcia Gourmet, que fundamos hace ya casi unos veinte años varios amigos, entre los que se encontraban Rodrigo Borrega, José Luis Durán y José Ramón Carrasco. La idea era crear una asociación de amigos unidos en torno al amor por la gastronomía de la Región de Murcia que buscaban disfrutar de ella contribuyendo a su conocimiento y difusión. Veinte años después seguimos visitando restaurantes y concediendo anualmente el Premio Mursiya Mezze al restaurante que nos ha deleitado con la mejor cena del año. En el club tengo magníficos amigos y aunque no puedo acudir todo lo que me gustaría, sus cenas son momentos muy especiales para mí.
Otro “club” al que pertenezco es el llamado “Club de la Hamburguesa Perfecta” organizado por Fran Guerrero en su hamburguesería de Murcia: Freak Burger International (FBI). Cada mes nos sorprenden Fran y su equipo con una nueva hamburguesa jugando con distintos tipos de carnes, salsas e ingredientes varios, así como con los extraordinarios panes elaborados por Javier Moreno en su panadería artesana La Madrugada en Beniaján, que es cosa fina.
También formo parte de distintos y variopintos grupos, unos más “institucionalizados” que otros, con los que quedo periódicamente a comer, o a beber buen whisky, pero, sobre todo, a disfrutar de la buena compañía que me regalan.
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