Despotricar contra cualquier tipo de comida no suele ser recomendable por los hados de la inteligencia, ya que para los comilones el camino más directo de llegar a corazón es pasar por su estómago, y la comida, amigos y amigas, casi siempre suele estar cercana a la antesala de la Gloria. Ahora bien, intentar definir las verdades del barquero sobre algún que otro endiosado plato de mucho tronío pero poca molla, tampoco tiene porqué ser negativo, sobre todo cuando la crítica “cariñosa” se vierte sobre esos platos que al salir del restaurante parece que has comido más título, más nombre que materia, ya que sales a media caña; o sea, sin pizca de satisfacción gastronómica pero con los ojos llorosos del palo que te arrean.
Ejemplo del último palo recibido. A modo de ejemplo trataré de hacer visibles los grillos zapateros, y gruñones, que se me instalaron en el estómago después de haber comido en el restaurante de marras, donde, eso sí, en todos los platos, el camarero, con una pinza a modo de cirujano iba poniendo todos los componentes, uno encima del otro, coronando el plato con una hojita verde en difícil equilibrio. ¡Ah! y un suspiro de satisfacción como si hubiese hecho para ti, o sea, para mí, la obra de arte de su vida. He aquí algunos de los platos que contenían el menú de esperanzador nombre y resultado, pues eso, ni les cuento: Crema caliente de foie, esencia de vieiras, langostinos y bogavante, de los que yo creo que había huido antes de llegar a la mesa. Precio: un ojo de la cara. Ensaladilla de centollo con caviar de salmón y Tobiko. Precio: los dos ojos de la cara. Pechuguita de Pularda, Bosque de Boletus, trigueros, champiñón trufado y tomate sherry confitado. Precio, incalculable, pero les puedo asegurar que mi billetera se quedó mirando al norte, a saber, tiritando.
Lógicamente los tiempos que corren no invitan al dispendio, más bien todo lo contrario, ante lo cual sería el momento oportuno de ir poniendo en el lugar que corresponde a los platos de toda la vida, a los platos de ingredientes humildes de los que con poco llenaban mucho. Platos que quitaban…y quitan el hambre sin dejar de encaminar al comensal por la dulce senda de la satisfacción. Lógicamente, para maridar la contundencia de estos platos tampoco es necesario acudir a la Guía Peñín, ni andarse con filigranas dialécticas pidiéndole al camarero que te ponga un vino monovarietal o un varietal en roble, ya que directamente, para acertar de pleno en la elección del caldo, y en su precio, se le puede pedir un vino medio de cualquiera de las tres Denominaciones de Origen que hay en la Comunidad murciana, y a poder ser, que sea un vino bullense de pura cepa. Y nunca mejor dicho, lo de la cepa, claro.
El Rinrán
El plato que vamos a tratar de explicar con la intencionalidad de ganarnos el cariño de sus papilas gustativas además de dejar a su paladar iluminado por unas horas, obviamente, sin atentar directamente contra su bolsillo, es todo un clásico de la cocina del Noroeste murciano. El Rinrán. Entre la gran variedad de rinranes murcianos, a tenor de sus componentes nos vamos a quedar con el Rinrán de toda la vida. El Rinrán que se ha comido y sigue comiendo entre las familias humildes y rurales que precisamente no suelen tener a su alcance excesivas materias primas.
El Rinrán puede considerarse un plato saludable y muy bajo en carbohidratos, ya que todos sus componentes encajan en el amplio abanico de la comida mediterránea. Veamos de qué estamos hablando: Aceite de oliva virgen extra, sardina o bacalao (uno u otro) asados en las brasas; ambos productos esencialmente altos en Omega-6 y Omega-3 y una barricada contra diabetes. Patatas asadas, también sobre las brasas. Otro compendio alimenticio moderado en hierro y gran contenido en vitamina C, B1, B3 y B6, potasio, fósforo y magnesio, así como folato, ácido pantoténico y riboflavina, además de que, pese al dicho popular de que las patatas desarrollan la panza y cartucheras que da pavor, al estar compuesta el 80% de agua, sus calorías son bastante menos de lo que se supone, y lo más importante, no produce colesterol. Pimientos secos choriceros, también asados, olivas negras partidas, media cebolla cortada en pequeños cubos, 250 cl. de agua (un vaso normal), y un chorro de vinagre .
Rinrán para cuatro personas y el clásico gorrón de turno que sabe llegar en el momento preciso
Rinrán de Bullas
- Origen: Bullas, Murcia.
- Familia: Primer plato.
- Temperatura: fría.
Ingredientes:
- Seis patatas de tamaño medio asadas en la lumbre y cortadas en trozos, mínimo dos centímetros cúbicos.
- Tres o cuatro, según tamaño, sardinas secas de cuba de madera o 300g de bacalao desalado y seco, lógicamente también asados en la brasas; ambos productos (alternativos) desmigado y sin raspas. Hay quien dice que el sabor de las sardinas secas de cuba de madera es el más genuino, ahora bien, si se hace con bacalao, el rinrán sigue estando de diez.
- Cuatro pimientos secos choriceros asados y sin pepitas. Cuidado, se queman rápido, en cuanto se vean un poco tostados sacar de las brasas, pelar y quitarle las pepitas.
- Medio vaso de aceite de oliva virgen.
- Cien gramos de olivas negras partidas.
- Media cebolla en dados pequeños. Para que pierda fuerza, los daditos de cebolla se meten en agua fría durante media hora.
- 250ml de agua caliente
- Un buen chorro de vinagre
- Sal al gusto, ya que si se hace con sardinas secas asadas es posible que la sal ya sea suficiente.
Y lo más importante, mimo cocinero.
Modo de preparar el Rinrán:
1.- Peladas las patatas y cortadas a trocitos, junto a las mollas de sardinas, o caso de hacerse con bacalao, igualmente sus mollas, los pimientos choriceros y los daditos de cebolla escurridos, se echan en un recipiente hondo que quepa todo holgadamente para mezclar, a continuación se echan las aceitunas partidas, medio vaso de aceite de oliva virgen, generoso chorro de vinagre y el vaso de agua caliente.
2.- Vuelta con cuidado de todos los ingredientes y dejar macerar durante media hora al menos.
3.- Las tapas o raciones deben de servirse templadas.
Lógicamente acompañando a este sencillo pero contundente plato no debe de faltar el complemento más esencial de toda mesa que se preste. Un buen vino.
Chin chin. Va por ustedes.