Los juegos de cacerolas y las vajillas, siguiendo la tradición, formaban parte del ajuar de la novias, los juegos de cacerolas también eran ansiados premios en las tómbolas de feria. Las vajillas de Duralex, de vidrio templado con origen francés se convertiría en un elemento obligado en las cocinas de nuestras madres, que junto con las jarras y vasos de aluminio que fabricaba Manufacturas Metálicas Madrileñas llenaron de color aparadores y estantes de las cocinas de esos años innovadores.
A la pequeña historia de nuestras calles pasaría la imagen de señoras llevando el asado al horno del panadero. Las cocinas se dotaron de modernos hornos eléctricos y de butano. Por estas fechas, los telediarios informaban de las continuas inauguraciones de pantanos y centrales eléctricas, una actividad frenética para llevar luz y agua a pueblos perdidos. Se dijo adiós a los aljibes de arrastre pluvial y a los aguadores. Abrir un grifo y que saliera agua, vino a ser en muchos lugares como un milagro en aquella España reseca en la que ya se podía cultivar y regar. Una España ilusionada que se movía en Vespa, Montesa y 600, la misma que veía con agrado como jubilados europeos poblaban los pequeños y paradisíacos núcleos urbanos del litoral mediterráneo.