Tampoco nos haría ya falta la garrapiñera para hacer helado dándole vueltas al manubrio. Ahora se hacían polos en la cubitera de los más variados sabores, genuinos helados maternos con frutas de la tierra y lácteos: melocotón, albaricoque, chocolate o mantecado. El frigorífico fue toda una revolución en el hogar en una sociedad que evolucionaba hacia el desarrollo: el pluriempleo funcionaba y las letras de cambio también. La cocina dijo adiós al hornillo de petróleo y a las cocinas de carbón y nos llegaron las cocinas de butano. Y con ellas la figura del butanero, una nueva profesión que daría lugar a infundadas habladurías.
Miguel López-Guzmán
Periodista, escritor y pintor
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